Clan "Inmortales"


jueves, 29 de julio de 2010

Capítulo 16-Liz;Confidencias

Los rayos de un sol debilitado se colaron por mi ventana, no había dormido en casi toda la noche pensando en el rostro angelical de mi salvador.
Mi mano estaba escondida debajo de la almohada esponjosa y noté que había algo dentro de ella, al liberarla salió una preciosa rosa de color rojo intenso.
Mi sonrisa se ensanchó cuando la vi de nuevo, estaba algo arrugada y se le había caído un pétalo después de pasar toda la noche a mi lado, mi mente se sumergió en la noche anterior, cuando vi su hermoso rostro mirando a través de la ventana, mi corazón latía velozmente cuando sus ojos del color de la miel se clavaron en los míos.
Mis mejillas se encendieron y me incorporé en la cama para estirarme, estaba demasiado cansada pero aquello no me preocupaba demasiado.
Puse mis pies descalzaos sobre el suelo y avancé hasta el escritorio para dejar aquella rosa en un jarrón con flores de colores, sin duda aquella rosa destacaba de entre todas ellas.
Abrí la ventana y el cielo parecía estar encapotado pero hacía bastante calor, pasé una mano por mi brazo acariciándolo mientras observaba el paisaje del exterior, esto de vivir a las afueras de Londres tenía su encanto, me gustaba más rodearme de naturaleza que de la ciudad.
-¿Liz, estas despierta?.-Preguntó mi madre desde el otro lado de la puerta.
-Sí, enseguida bajo mamá.-Dije con una sonrisa.
Había motivos por los que sonreír, y ese motivo era Brandom Akerman.
Me dirigí hacia el armario para escoger un vestido, abrí las puertas y me quité el camisón que llevaba puesto dejando mi cuerpo desnudo, me vestí y acto seguido fui al baño para asearme y peinar mis cabellos.
Bajé por las escaleras apresuradamente y mi madre ya tenía preparado el desayuno, Amelia estaba sentada al lado de mi padre que sostenía un periódico con una mano mientras que con la otra llevaba la taza de café a sus labios para dar un sorbo.
-Buenos días dormilona.-Dijo mi padre sin levantar la vista del periódico.
-Buenos días.- Contesté dejando ver una amplia sonrisa.
Me senté al lado de mi hermana y ésta me estudió el rostro con detenimiento, puse una servilleta de tela sobre mi regazo mientras que la observaba de reojo.
-Amy, ¿qué ocurre, porque me miras así?.-Pregunté en voz baja.
Mi hermana apoyó un codo sobre la mesa y dejó parte de su cara descansando en la palma de su mano, torció su sonrisa y echó una rápida mirada a mi padre que aún seguía inmerso leyendo el periódico.
-¿Soñaste otra vez con el galán?.-Dijo acercándose a mi oído.
Me mordí el labio y fruncí el ceño negando con la cabeza, no me gustaba que Amelia me hiciera preguntas sobre ese tipo delante de mi padre aunque él no se percató de nada.
Solo eran preguntas inofensivas sobre un galán de mi imaginación, no quería imaginar que Amelia me hiciera preguntas sobre Brandom en presencia de mis padres, me moriría de vergüenza.
Siempre nos enseñaron que no deberíamos dejarnos cortejar por los muchachos, que eso solo lo podríamos consentir cuando fuésemos mayores, mucho más mayores.
Éramos unas niñas, bueno eso podría decirse de Amelia, yo estaba a escasos días de cumplir diecisiete años era toda una mujer, o al menos así me sentía.
-Bueno, ¿que tenéis pensado hacer hoy jovencitas?. –Preguntó mi padre dejando el periódico sobre la mesa.
Mi hermana cogió su tazón de leche con ambas manos y se los acercó a los labios para soplar en su interior, me echó una rápida mirada antes de beber y sonrió.
-Podríamos ir al bosque.-Dijo Amy.
-Me temo que no va a poder ser Amelia, debería de ir a casa de Yuls.- Contesté cogiendo una rosquilla cubierta de azúcar.
-¿Tienes que hacer tareas de la escuela?.-Preguntó mi madre dando un sorbo de su taza.
Negué con la cabeza y esperé a tragar aquella bola azucarada que se me estaba creando en la boca, acto seguido cogí el paño de mi regazo y me limpié las comisuras de los labios.
-No mamá, solo que me gustaría ir a visitarla.-Contesté.
Mi padre tarareó con sus dedos en la mesa de madera y dejó caer su espalda en el respaldo de la silla.
-Casi se me olvida, ayer tarde vino por casa tu amiga. –Dijo.
-¿Yuls?.- Pregunté cogiendo mi taza de leche.
Mi padre negó con la cabeza y chasqueó los dedos intentando recordar un nombre.
-Tú amiga japonesa, Karisma.-Contestó.
Alcé las cejas y luego mi rostro se llenó de decepción, tal vez hubiera venido a casa para contarme algo importante, algo dentro de mi me preocupaba, no podía dejar de darle vueltas a lo que le ocurrió con su novio. Un nudo se me creó en el estomago impidiendo que comiese, dejé la taza de leche sobre la mesa y le ofrecí la media rosquilla a mi hermana a lo que contestó con un si rotundo.
-¿No la visteis ayer en el festival?.-Preguntó mi madre.
-Sí, pero había muchísima gente, no me pude acercar a ella en ese momento, después comenzó a llover y toda la multitud se dispersó mientras que Amelia y yo esperamos a que dejara de llover. –Conteste.
Si que podría a verme acercado hasta Karisma para saber cómo se encontraba, pero toda mi atención estaba centrada en Brandom.
Me sentí muy mal al saber que mi amiga había venido hasta aquí solo para hablar conmigo cuando yo lo podría haber hecho en el festival, en ese momento pensé solamente en mí y eso me hacía sentir miserable.
-Iré a su casa de camino, espero encontrarla allí.-Dije poniéndome en pié para salir.
-No tardes demasiado cariño, hoy haremos un picnic en el bosque. Dijo mi madre alzando una cesta de mimbre.
-De acuerdo mamá, adiós.-Me despedí torciendo mi sonrisa.
-¡Espera espera!.- Dijo mi padre alzando la voz.
Me giré sobre mi misma y me encontré con la mirada fruncida de mi padre.
-¿No terminas de desayunar?.-Preguntó.
Hice un mohín llevando una mano al estómago.
-Estoy llena, además tengo que hacer hueco para el picnic, adiós.- Me despedí de nuevo.
Salí por la puerta antes de que volvieran a echarme una reprimenda por algo más y me dirigí colina arriba agarrando mis vestidos con ambas manos.
El cielo estaba encapotado pero no tenía previsto que se pusiera a llover, el aire era fresco y fragante y traía olores a naturaleza, me resultaba tonificante.
Crucé el prado con la respiración agitada y me detuve unos segundos después para recuperar el aliento, miré a mi alrededor y todo me recordaba a Brandom, la tarde que estuvimos sentados tan cerca el uno del otro, negué con la cabeza y reanudé mi marcha hacia la casa de Karsima.
Atajé por un camino polvoriento con ramajes a ambos lados de este, iba mirando hacia el suelo y de vez en cuando mis zapatos oscuros cubiertos de polvo, de pronto un sonido captó mi atención.
Un crujido de ramas se escuchaba en el lado derecho del camino, me detuve para acercarme apartando las ramas que impedían mi paso hacia aquel sonido.
Intenté agudizar mis oídos pero de poco me sirvió ya que aquel sonido había cesado, probablemente sería alguna ardilla o cualquier insecto.
Cuando me giré para volver al camino polvoriento clavé mis ojos en una tela de color blanco que estaba entre un arbusto.
Miré a mi alrededor intentado localizar una rama que me sirviera para no cogerlo con las manos y di con un palo alargado y fino.
Fui hacia el arbusto y alargué aquel palo para capturar aquella tela raída, al cogerlo varias moscas emprendieron el vuelo a mi alrededor, lo consideré como un ataque por haberlas molestado, cuando mis ojos se volvieron para ver aquella tela mi reacción fue lanzarlo lejos cubriéndome la nariz y parte de mi boca para evitar vomitar.
Se veía claramente que era la camisa de un hombre, como también se podía ver que estaba una parte de ella manchada de sangre seca, como si hubiera permanecido allí unas semanas.
Salí de entre el ramaje para volver al camino con la mano puesta en el estomago e intenté olvidarlo por un buen rato, la casa de Karisma se divisaba a lo lejos, me encontraba un poco mejor cuando pude ver las ventanas cubiertas con enredaderas.
Un rostro se asomó por una de las ventanas del segundo piso y desapareció de inmediato, no pude divisar quien podría ser pero seguramente que era ella, la que me recibió en la puerta.
-Hola, ¿en qué puedo ayudarte?.-Pregunto una mujer de cabellos oscuros y lisos.
Un nudo se me creó en la garganta y tuve que hacer un esfuerzo por encontrar las palabras adecuadas, aquella mujer debía de ser su hermana al juzgar por sus ojos rasgados.
-Vine a ver a Karisma.-Contesté forzando una sonrisa.
Su hermana abrió la puerta de par en par y debajo de su brazo pude ver a mi amiga sentada en un sofá de color beige que miraba la entrada encontrándose con mis ojos.
-¡Liz!.-Gritó alegremente.
Dio un brinco del sofá dejando encima de él una pelota de lana, al parecer estaría haciendo punto de cruz, no imaginaba que a Karisma le gustara hacer esas cosas, a mi me parecían muy aburridas.
Avanzó hacia la puerta mientras que su hermana se apartó de ella sin despedirse, no tenía muy buen aspecto y era lógico que quisiera marcharse así para descansar.
-¡Que alegría, has venido!.-Volvió a gritar entusiasmada.
Me abrazó con sus largos brazos y no me dio tiempo a reaccionar para devolvérselo.
-Hola Karisma, estoy aquí porque quería devolverte la visita, lo siento.-Dije con tono de disculpa.
Mi amiga negó con la cabeza sin dejar de sonreír y acarició mi mejilla con sus delicadas manos.
-No importa Liz, lo que importa es que has venido, ya te echaba de menos.-Sonrió invitándome a entrar.
Le devolví la sonrisa mientras me llevaba hasta aquel sofá de color beige, miré a mi alrededor y me encontraba en un salón muy acogedor, había muchos estantes con libros y algunas figuras que adornaban la estancia. Debajo de nuestros pies se encontraba una alfombra de color chocolate y encima de ella una mesita de madera para tomar el té.
-Por cierto ayer te vi en el festival pero no pude acercarme a saludarte, había mucha gente y para colmo mi hermana estaba conmigo y ya sabes que se pone muy pesada.-Dije con media sonrisa.-¿Nos vistes?.-Pregunté hundiendo el sofá con mi peso.
-Karisma fué hacia la cocina y me hizo un gesto para que me quedara en el sofá hasta que volviera.
-No os vi por el festival.-Gritó desde la cocina.-La verdad es que si que había mucha gente y yo estaba ahí arriba del escenario con mi caballo muerta de vergüenza, como para verte.-Dijo volviendo al salón con dos tazas de porcelana.
-Gracias.-Le agradecí acompañando una sonrisa.-¿Cómo sigue tu padre y tu hermana?.-Pregunté.-No me pareció que ella tuviese buen aspecto.-Dije con un nudo en la garganta.
-Están en fase terminal Liz.-Dijo dando un sorbo con la mirada perdida.-La enfermedad de mi hermana y mi padre es la misma, sus pulmones se están encharcando, un día de estos me los encuentro de cuerpo presente.-Dijo volviendo a dar un sorbo de su té.
-Por dios no digas eso Karisma, tiene que haber una solución para ellos. –Dije intentando que dejara de pensar tan negativamente.
-Los medicamentos ya no pueden hacerles nada, creo que la mejor solución para ellos seria la muerte, así dejaríamos de sufrir todos.-Contestó volviendo a tomar de su taza.
No podía creer que alguien pudiera desear la muerte de su propia familia, aunque entendía por lo que mi amiga pudiera estar pasando, verlos así a diario tendría que ser un calvario para todos.
-Nada de cosas tristes, es ley de vida, nacemos y morimos Liz.-Dijo intentando arrancarme una sonrisa con la suya.-Bueno, ¿que me cuentas de tu príncipe, el salvador Brandom?.-Pregunto imitando a un caballero con una lanza en la mano.
-Sonreí con ganas y acto seguido di un sorbo de mi taza saboreando aquel delicioso té, le conté el detalle que tuvo Brandom la noche anterior, cuando dejó en mi puerta una rosa para que la rescatara. Mi amiga abrió sus rasgados ojos muy emocionada dando suspiros acompañados con una amplia sonrisa.
-Que romántico Liz, lo que me cuentas es tan…hermoso.-Dijo entrelazando sus manos.
Me ruborice y solté un suspiro que me salió directamente del corazón, estudié el rostro de Karisma y esta tenia la mirada perdida, las comisuras de sus labios se fueron estrechando hasta que desapareció su encantadora sonrisa.
Dejé mi taza de té sobre la mesa y acaricié su hombro con cariño.
-¿Cómo estás?.-Pregunté con interés.
Karisma se encontró con mis ojos y una sonrisa volvió a iluminar su rostro.
-Bien, la verdad es que lo he superado con rapidez.-Contestó.
Me sorprendió mucho su respuesta, ya que lo que le había ocurrido con su novio tuvo que ser un duro golpe para ella y aquello no se podría olvidar tan fácilmente pero ella fue capaz de superarlo y se podía apreciar que se sentía bastante fuerte.
-Me alegro mucho por ti, la vida continúa y ya verás cómo te compensará generosamente.-Dije volviendo a frotar su brazo con cariño.
Mi amiga volvió a encontrarse con mi mirada y me dedico una sonrisa a lo que la contesté igualmente.
-Agradezco mucho que me hayas visitado.-Dijo dando un último sorbo de su té.
-Para eso están las amigas.-Contesté con una amplia sonrisa.-Tendrás que disculparme pero he de ir a casa de una amiga de la escuela, pero te prometo que te visitaré lo más pronto que pueda, puedes pasarte por casa cuando lo desees, ya sabes que eres bien recibida.-Dije.
-Muchas gracias Liz, te quiero mucho.-Contestó dándome un cariñoso abrazo.
Me acompañó hasta la puerta principal y allí me despidió con la mano sin dejar de sonreír, me aliviaba al comprobar que estaba bien o al menos eso era lo que percibía.
Crucé el prado a toda prisa temiendo de que estallase una tormenta como la de el día anterior, el viento esta vez era fresco nada cálido y la nubes oscuras ocultaban un sol debilitado.
Froté mis brazos con fuerza para eliminar la piel de gallina que estaba empezando a aparecer y aceleré el paso para entrar en calor de alguna manera.
Un escalofrío recorrió mi espalda al recordar la cara demacrada que tenía la hermana de Karisma, me sentía impotente de no hacer nada por ella pero tal y como dijo mi amiga, era algo irremediable.
Negué con la cabeza y cuando me quise dar cuenta ya estaba en el camino polvoriento que me conducía al centro de la ciudad, tuve que apartarme hacia un lado cuando vi dos carruajes ocupando todo el ancho del camino.
Hubiera sido mejor coger uno de nuestros caballos pero me gustaba mucho más caminar y observar mi alrededor con detenimiento aunque lo conociese desde bien pequeña.
Las campanas de la torre del reloj repiquetearon once veces y aceleré mi paso si quisiera llegar a casa antes de la hora de comer. Me encontraba en la plaza del pueblo, los puestos a ambos lados de la calle estaban a rebosar de gente que salía a comprar, era muy agobiante salir un domingo por la ciudad ya que no cabía ni un alfiler en la plaza.
Tuve la tentación de detenerme en uno de ellos para ver unos preciosos relojes de bolsillo, pero el tiempo corría y debía de ir a casa de Yuls, estaba ansiosa porque me contase que tal le iba con Joshep no podía esperar a que llegase el lunes y que me lo contase en la escuela.
Crucé el reloj de la torre y gire a mi izquierda donde unas vallas de color blanco escoltaban una casa de color blanco, avancé hasta llegar a la entrada abrí la reja y luego la cerré detrás de mi.
Subí los tres peldaños antes de quedarme cara a cara con la puerta, toqué con los nudillos y unos pasos se escucharon desde el otro lado.
Un señor alto con bigote y barba en su mentón me recibió en la entrada, su cabello era de un rubio ceniza y sus ojos claros como el océano.
-Buenos días señor Caswell, ¿está Yuls en casa?.-Pregunté con una sonrisa.
-Por supuesto Elizabeth, adelante.-Contestó invitándome a entrar.-Está en su habitación practicando con el violín.-Añadió mirando hacia la parte superior de las escaleras.
-Muchas gracias.-Contesté dirigiéndome hacia ellas para subir un piso más arriba.
Avancé por un estrecho pasillo donde habían puertas de color blanco a ambos lados, las paredes estaban cubiertas de una tela con estampados florales, la melodía del violín se podía escuchar en todo el piso me detuve en una de las puertas y toqué con mis nudillos irrumpiendo en la habitación.
-Toc toc, ¿se puede?.-Pregunté con una sonrisa.
Yuls estaba frente a un ventanal custodiado por dos enormes cortinas de color rosa pálido, miraba hacia el exterior y en cuanto notó mi presencia dejó su violín encima de un sofá de color blanco.
-¡Liz!.-Gritó alegremente.
Cerré la puerta detrás de mí y Yuls me tomó por las manos muy entusiasmada con mi visita.
-No podía esperar hasta mañana, cuéntame.-Dije en voz baja.
Caminamos las dos juntas hacia los dos sofás que estaban situados a ambos lados del ventanal y el rostro de Yuls era de decepción.-¿Qué ocurre?.-Pregunté con preocupación.
-Liz, ya sabes que soy muy enamoradiza y que estaba totalmente tontita por Joshep pero…-Se detuvo para tomar aire.
¿-Pero?.-Pregunté.
-Me he dado cuenta de que no me gusta tanto como pensé.-Dijo torciendo su sonrisa.
Carcajeé por un momento y acto seguido negué con la cabeza.
-¡Por dios Yuls siempre dices lo mismo!.-Exclamé.
Me lleve una mano a los labios por a ver alzado la voz y me acerqué un poco más a mi amiga para seguir hablando en voz baja.
-El último día de clase se te veía con el tan…tan…¿feliz?.-Dije algo confusa.
-Si.-Contestó.-Antes de que me dijera que se sentía atraído por otra.-Añadió con desgana.
Abrí mis ojos por la sorpresa y más tarde suspiré.
-Lo siento, ¿y te dijo quien era esa persona?.- Pregunté tomándola de la mano.
-Sí, no tuvo reparo en decírmelo, se siente atraído por Morgan.-Contestó torciendo las comisuras de sus labios.
-Oh vaya, ¿y desde que te dijo aquello ya no te gusta?.-Pregunté.
-En realidad no, fue desde el primer momento en el que abrió la boca, es un poco grosero y descortés.-Dijo poniendo caras.
Me llevé una mano a los labios para ocultar una carcajada y ella se unió para reír con ganas.
-Me gusta la forma en la que te tomas estas cosas.-Dije sonriendo.-Ojalá pudiera hacer lo mismo.-Dije.
-Podrías si quisieras.-Contestó.-Liz, ¿es que ha pasado algo que no me hayas contado?.-Preguntó frunciendo el ceño.
Asentí con la cabeza y no tuve más remedio que contarle todo lo que me sucedió desde que conocí a mi salvador, al juzgar por su cara parecía como si se hubiese enamorado tan bien de Brandom lo cual me hizo reír de nuevo.
-Uh chica, que suerte tienes, ojalá pudiera encontrar a alguien así, pero estamos en la misma situación, dices que él también tiene una persona especial…eso es mala señal, aunque tampoco entiendo su comportamiento, puede que sienta algo por esa persona pero también por ti, ¿lo has pensado?.-Preguntó.
Me hizo pensar por unos momentos y se hizo un silencio terrible en la habitación, Yuls acariciaba su mentón dándole vueltas a todo lo que le había contado y parecía como si quisiera sacar algo en claro.-Sin duda, Brandom siente algo por ti pero no se atreve a decirte nada.-Dijo con la cabeza en otra parte.
-¿Tú crees Yuls?.-Pregunté con cierta duda.
-Por supuesto que lo creo y te diré algo más…-Dijo mirándome directamente a los ojos.-¿Recuerdas el último día de clase en la hora de descanso cuando salimos a los jardines y estaba Joshep mirando hacia nosotras con cara de bobo?.-Preguntó torciendo sus labios.
-Si, lo recuerdo.-Contesté con el ceño fruncido e intentando averiguar a donde quería llegar.
-¿Y también recuerdas lo que me dijiste ese día sobre lo que debería de hacer?.-Preguntó con los ojos entrecerrados esperando mi respuesta.
Intenté por todos los medios recordar aquella conversación pero me resultaba imposible, miré el rostro expectante de Yuls y esta puso los ojos en blanco.
-Tú me dijiste que tal vez Joshep estuviera tan asustado como yo en dar el siguiente paso, ¿Por qué no lo intentas?, dile a Brandom lo que sientes, lo que tenga que pasar pasará de todos modos Liz.
Sonreí forzosamente mientras que negaba con la cabeza mirando mi regazo.
-Oh no, no puedo. Recuerdo perfectamente esa conversación y te lo dije de corazón, pero ahora te entiendo es más difícil cuando a una le ocurre.-Dije sin cruzar mi mirada con la suya.-Sé que el me rechazaría por que siente algo por aquella persona que anhela, no podría soportarlo, prefiero que las cosas se queden como están.-Dije haciéndole daño a mi corazón.
-A eso te referías cuando decías que ojala pudieras tomarte las cosas tan bien como yo ¿no es así?.-Preguntó poniéndose de rodillas frente a mi mirada perdida en el suelo.
Asentí con la cabeza sin pronunciar palabra alguna pues temía de que se me quebrara la voz en algún momento.
Yuls apoyó sus brazos en mi regazo dando un suspiro largo y pesado.
-¡Hay!.-Suspiró.-¿Por qué siempre nos tendremos que enamorar de hombres que nunca nos van a corresponder?.Preguntó.
Sonreí y Yuls levantó la cabeza con el rostro confuso.
-Es la primera vez que me ocurre.-Contesté aún con la sonrisa en mis labios.
-Tienes razón, cuando lleves un par de estas experiencias estarás agotada.-Dijo sonriendo con ganas.
Nos echamos a reír y nos quedamos allí un buen rato charlando sobre Joshep y Morgan, al parecer Morgan ya estaba al tanto de los sentimientos de Joshep hacia ella y en el festival los vieron muy juntos, probablemente ya serían pareja lo cual me alegré por Morgan pero me sentí muy identificada con Yuls, entendía su dolor pero a ella no parecía afectarla tanto como a mí, sabía salir de una relación con madurez y aceptar lo que le viniera encima, la envidiaba.

jueves, 15 de julio de 2010

Capítulo 15-Vagos recuerdos

Una pálida mano descansó en mi hombro y sus dedos me apretaron con fuerza, la joven estaba tumbada en el suelo dando convulsiones , sus ojos estaban en blanco y parecía estar ahogándose cuando de pronto, cayó inconsciente.
-¡Basta!.-Gritó Estefi apartándome de un empujón.
Me encontré sentado en el suelo y apoyé la espalda contra el marco de la puerta intentado recuperar el control, limpié la sangre de mis labios con la base de la mano y acto seguido pasé la lengua por ellos sin dejar de mirar el cuerpo de Christine.
Estefi se arrodilló junto a ella cogiendo su muñeca intentando encontrarle el pulso, me miró desconcertada y torció su sonrisa.
-Está muerta, le has quitado mucha sangre.-Dijo poniéndose en pié alisando su vestido. –¡Qué desperdicio, nos hubiera servido tan bien!.-Añadió dando un suspiro.
-No te preocupes Brandom hay muchos mas donde escoger, tomate esto como un aperitivo mas, ¿vas a seguir con ella?.-Preguntó al final.
Me incorporé poniéndome en pié con la respiración entrecortada mientras ajustaba el nudo de mi corbata.
-No, ya he tenido suficiente.-Dije dirigiéndome hacia la puerta.
-¿Estás seguro?, aún podemos aprovecharla.-Advirtió observándola de arriba abajo.
-No, he dicho que ya he tenido suficiente.-Contesté cuando crucé por la puerta cerrándola detrás de mí.
Pude escuchar como mi prima succionaba su sangre, incluso podía llegar a escuchar su garganta tragar aquel jugoso liquido.

Siempre había controlado pasar el virus a otro humano cuando pretendíamos que fuera uno de los nuestros, pero esta vez fue diferente ni yo mismo sabía por qué, pero el deseo de sangre hacia los humanos era ahora mucho más fuerte.
Tal vez porque me enamoré de un ser latiente y ese deseo hacia ella no lo podía experimentar físicamente, eso hacía que algo se encendiera dentro de mí y actuase como un verdadero monstruo.
Antes de volver a entrar en el salón aspiré aire profundamente y pase las manos por mis cabellos, mi padre, que estaba al otro lado del salón alzó su copa en el aire y esbozó una amplia sonrisa, me dejó entrar en sus pensamientos y pude ver en ellos que lo que quería de esa joven no era su conversión, sino justamente lo que hacía unos escasos momentos me había mencionado Estefi, solo un aperitivo más.
Near clavó sus ojos en los míos cuando se encontraron y soltó una sonrisa entre dientes mostrándolos tan blancos como su tez pálida.
Caminó hacia a mí con pasos cautelosos y al llegar a mi pareció ir más lento de lo que parecía.
-No podemos fingir lo que no somos ¿no es cierto?.-Me susurró al oído.
Apreté los dientes con furia fulminándole con la mirada, mi hermano pasó por mi lado y continuó con sus pasos calmados dirigiéndose a Michael, entablaban una conversación de lo más entretenida, probablemente le estaría contando sus batallitas absurdas o su manera de cazar, y porque no, tal vez le estaría hablando de mi amiga la humana.
En cualquier caso, ignoraba por completo lo que Near pudiera contar, me resultaba indiferente, como mi padre lo era con él, para mi padre Near era secundario cuando yo estaba presente cosa que esto a mi hermano mayor no le estimaba demasiado.
-Una velada de lo más entretenida.-Dijo una dulce voz.
La hermana de mi padre estaba justo a mi lado observando cómo los invitados iban de un lado para otro con sus copas servidas, hablando sobre sus cosas o simplemente escuchar como otros tocaban una melodía en el piano.
-Creía que era una fiesta para celebrar la entrada de un nuevo miembro.-Dije.
Naiara sonrió y después clavó sus ojos en su hijo pequeño. –Tu padre no nos ha comentado nada sobre eso, solo nos invitó para vernos..Contestó enseñando a Alex su copa de sangre.
El niño fue hasta ella con pasos inseguros y mi tía acercó la copa a sus labios para darle de beber, cuando se quedó saciado limpió las comisuras de sus labios con la yema de su dedo índice y después le dio un lametón para eliminar la sangre.
-¿Qué tal os va por Rumania?.-Pregunté sin dejar de mirar a mi joven primo.
Ella lo tomó en sus brazos dándole un cariñoso beso en la frente mientras que Alex jugaba con su gargantilla.
-Bien, hace poco tuvimos un problema con Evelyn, su padre y yo insistimos en que no debería ir de caza sola, pero siempre que tiene la oportunidad escapa.-Comenzó a decir mirando en la dirección en la que se encontraba Evelyn. –Otro vampiro la descubrió cazando en su territorio y la amenazó con hacerla daño si volvía a ocurrir.
Evelyn dice que no fue con intención de cazar, si no porque le gustaba correr y no tenía ni idea de donde se estaba metiendo, la verdad no se que creer.-Dijo dando un suspiro de preocupación.
-Es una chica lista, sabrá que hacer la próxima vez, he oído que corre velozmente.-Dije sonriendo.
Mi tía dio otro suspiro largo poniendo los ojos en blanco.
-No te puedes imaginar cuanto, sobre todo cuando tengo que reñirla.-Contestó volviendo la vista a su hija.
Arrancó una sonrisa de mis labios y Naiara me estudió el rostro con preocupación, pestañeé y me encontré con sus ojos azulados que parecieron preguntarme por que estaba tan abatido.
-Estoy bien, solo me preguntaba cómo era mi madre, no recuerdo nada sobre ella.-Dije llevando las manos a los bolsillos de mi pantalón.
Mi tía dejó a su pequeño en el suelo y Alex caminó hacia su padre con andares inseguros, Naiara se froto las palmas de las manos como si en ellas hubiera sudor y me miro directamente a los ojos.
-Era una mujer muy hermosa, tenia tus mismos ojos y el cabello dorado como tu hermana, pero ante todo, sentía una gran devoción por sus hijos.-Dijo mirando hacia mi padre. –Sentimos mucho su desaparición, espero que volvamos a verla muy pronto.-Añadió al final.
Era lo único que sabia de mi madre, que había desaparecido hacía cincuenta y ocho años y nadie sabía de su paradero, para mi me resultaba imposible recordar como era, pero curiosamente lo único que podía recordar eran sus manos acariciando mis cabellos cuando apoyaba mi cabeza en su regazo.

A mi padre no me atrevía a preguntarle, siempre mostró una gran tristeza cuando hablaba de ella, a lo que un buen día dejé de hacerle preguntas sobre mi olvidada madre.
A mi hermano mayor nunca pareció interesarle donde estuviera nuestra madre, tampoco la recordaba con la claridad que mi tía y mi padre lo hacían.
-¿Dónde está Estefi?.-Preguntó el esposo de mi prima mientras se acercaba hacia nosotros.
-Me temo que está algo ocupada terminando de disecar un cadáver.-Dije amargamente cuando recordé haber arrebatado la vida de aquella joven. Sonrió abiertamente y sus pupilas se tornaron a un color oscuro.
Salió por la puerta para reunirse con su esposa mientras que Naiara me dedico una sonrisa torcida cuando vio en mi mente el ataque frenético que había tenido hacia unos minutos.
-No te preocupes Brandom, a todos se nos ha ido la mano alguna vez.-Dijo intentando cambiar mi estado de ánimo.
-No tía, a mí se me ha ido por que yo he querido.-Contesté intentando disimular mi error.
-Por supuesto, discúlpame e de regañar a Evelyn. ¡Maldita sea!.-Gritó agarrando sus vestidos en un puño mientras caminó con pasos acelerados hacia mi pequeña prima.
Al llegar aquella alargada mesa de madera, mi tía cogió por el brazo a Evelyn que estaba justo delante de un sabroso cuenco plateado metiendo el dedo índice y llevándoselo a los labios para lamerlo.
-¡Eso no son modales Evelyn!.-Gritó entre dientes mientras la alejaba de la mesa.
Varios invitados observaban como Naiara arrastraba a su hija consigo hasta donde estaba su marido Michael, que parecía estar echándole una buena reprimenda.
Sonreí mientras caminé hacia la puerta para llegar a la entrada principal, abrí la puerta de la mansión y Dorothy se apresuró a hacerlo por mí.
-¡Déjeme a mi señor!.-Gritó con una sonrisa sofocada.
-Tranquila Dorothy, sólo voy a tomar el aire vuelve por si se les ofrece algo a los invitados por favor. –Dije apartando su mano con suavidad.
La sirvienta inclinó su cabeza cuando escuchó lo que le ordené y desapareció de la entrada para dirigirse al salón principal.
La puerta chirrió la abrí y una corriente de aire fresco revolvió mis cabellos oscuros.
La noche estaba cerrada y los grillos comenzaron a canturrear una canción que era ensordecedora para mis oídos sensibles, eché un vistazo a el cielo y husmeé el aire para averiguar si estallaría otra tormenta, pero no había nubes estaba completamente raso y estrellado.
La imponente luna iluminaba todo el jardín y la hermosa fuente del sauce llorón, bajé las escaleras de la entrada para dirigirme hacia ella y una vez allí, me senté para hundirme en mis pensamientos.
-Liz…-Susurré a mi mismo.
Su nombre hacía que en mi interior se removieran toda clase de sentimientos descontrolados, amor y deseo, una mala combinación pero que sin duda era un riesgo que tenia que correr.
Había tomado mi decisión de protegerla hasta que la muerte la alcanzara, ¿pero que había de mis sentimientos?, ¿y qué había de los suyos?, amarnos en silencio hasta el final sin que ninguno de los dos lo pudiera decir en voz alta.
Realmente me torturaba a mi mismo pensando en esta clase de cosas extrañas que me sucedieron desde el primer momento en que la vi, pero me llenaba de felicidad sentir que en este cuerpo habían sentimientos por una criatura humana con nombre propio; Elizabeth Jenzen.
-Otra vez esa estúpida humana.-Dijo una voz acompañándola con una carcajada.
Gire la cabeza hacia mi lado derecho y Near avanzaba hasta la fuente bebiendo de su copa de cristal . Le fulminé con la mirada e hice caso omiso a su presencia. –He visto lo que le has hecho a esa pobre muchacha, te sería igual de fácil acabar también con tu amiga, la humana. –Dijo volviendo a dar un sorbo de su copa.
Cerré mi mano en un puño y mi pierna izquierda parecía tener un tic nervioso, no quería enfrentarme de nuevo a mi hermano pero me lo estaba poniendo demasiado fácil.
-¿Por qué no vuelves a la fiesta y me dejas tranquilo Near?.-Le sugerí.
-Oh vamos, solo quiero disfrutar de tu compañía hermano.-Dijo dándome una palmada en la espalda cuando se sentó a mi lado.
-Si para ti disfrutar de mi compañía significa atacarme con tus palabras, más te vale que te vayas por dónde has venido…hermano. –Contesté duramente.
Near aguantó mi mirada sin decir palabra y después de un largo minuto de silencio dejó su copa descansando a su lado.
Era evidente que quería introducirse en mis pensamientos para después atacarme con sus palabras hirientes, pero no consiguió ver nada dentro de mi cabeza.
-Me pregunto, si ya le has revelado a tu amiga lo que somos.-Dijo entrelazando los dedos de sus manos.
-No.-Conteste rotundamente.
-¿En serio?.-Dudó.-Creía que el amor entre dos seres se basaba la mayor parte en la confianza mutua.- Dijo con aire despreocupado.
-No sé de qué estás hablando Near.-Contesté desinteresado.
-Te diré de lo que estoy hablando hermano. En el amor no hay secretos, y en el caso de que quisieras contarle la verdad sobre lo que eres, ella te odiara viéndote como el devorador de hombres.-Sonrió.
Me levanté de un brinco tomando a Near por el cuello de su camisa oscura, apreté los dientes con furia sin dejar de mirar sus ojos inyectados en sangre.
Sabía perfectamente que aquello era la pura realidad de mi destino, en cierto modo tenía toda la razón pero odiaba saber que mi hermano estaba al tanto de lo que consistía el verdadero amor y del precio que tenía que pagar si le contase a Liz lo que en realidad soy.
-Como te he dicho antes, no podemos fingir lo que no somos Brandom, deja de actuar como un humano y piensa como un vampiro. –Dijo liberándose de mis garras aferradas a su camisa.
Mi respiración agitada hizo que otra vez perdiese el control, me había propuesto no enfrentarme a mi hermano y estaba haciendo justamente lo contrario, actuando de esta manera el podía pensar que todo lo que decía me afectaba, y en efecto así era.
Liberé su camisa dejando las palmas de mis manos en el aire mientras que iba recuperando mi respiración, mi hermano alisó con sus manos las arrugas de su camisa oscura y acto seguido pasó una mano por sus cabellos rojizos.
-Tienes razón.-Mentí.-Déjame solo.-Le pedí con el fin de que se marchase.
Una sonrisa satisfecha dibujaron sus labios, se levantó recogiendo su copa y se dirigió hacia la entrada con andares de victoria.
Odiaba que Near tuviera razón pero mi decisión de proteger y de ocultar la verdad a Liz seguía firme, no iba a permitir que se acercaran a ella para nada, existía la posibilidad de morir por esa osadía pero como siempre me decía, era un riesgo que tendría que correr aunque mi vida inmortal se fuera en ello.

martes, 6 de julio de 2010

Capítulo 14-Fiesta Prohibida

Crucé la cocina y caminé por el pasillo que conectaba con la entrada principal, pasé por delante de las escaleras para entrar en el salón, la música seguía sonando en toda la mansión y cada vez que me iba acercando escuchaba los murmullos más cercanos.
Oculté mis manos en mi pantalón grisáceo e irrumpí en el salón, decenas de caras me miraron en ese momento, segundos después alguna que otra sonrisa.
En la estancia habían caras conocidas, como por ejemplo la hermana de mi padre Naiara, una hermosa mujer de pelo negro y laceo. Vestía con un vestido rojo metalizado a juego con una gargantilla de diamantes ajustado a su cuello de cisne, en sus brazos estaba su hijo pequeño, Alex.
Un pequeño de cinco años de edad, en realidad debería de tener cientos, pero se conservaba eternamente joven. Sus ojos rojos hacían juego con los de su padre, Michael, el esposo de Naiara.
Naiara clavó sus ojos azules intensos en los míos mientras se acercaba a darme un cariñoso abrazo.
Michael su esposo, tenía sus pálidas manos escondidas detrás de su espalda y me dedico una amplia sonrisa, su perilla pareció estirarse cuando hizo tal gesto cosa que me pareció gracioso y le devolví la mía estrechando afablemente su mano.
-¡Cuidado!.-Se quejó.-Un día de estos me romperás la mano.-Bromeó.
Miré por encima de su hombro girando mi cabeza y vi a Evelyn que me miraba tímidamente.
Evelyn era la hija de mis tíos, Michael y Naiara, y por supuesto la hermana mayor de Alex, era pálida y fría como el hielo, su cabello era castaño y laceo como el de su madre, y sus ojos del color de la sangre.
Vestía con un vestido oscuro de raso ceñido hasta la cintura, y sus manos estaban ocultas por unos guantes de la misma tela que le llegaban hasta los codos, la sonreí abiertamente y me devolvió la suya. Evelyn tenía unos catorce años, y era tan tranquila que parecía que no estaba allí.
-Hola señorita.-La saludé tomando su mano y besando la base de esta.
Mi pequeña prima pareció ruborizarse y comenzó a bailotear sin mover los pies de la alfombra que teníamos justo debajo.
Un rostro preocupado me miró desde el otro lado del salón, torcí mi sonrisa y dejé que mi hermana leyera mis pensamientos para tranquilizarla, dio un suspiro de alivio cuando pudo ver en ellos que Estefi no vio nada mas allá de mis pensamientos.
Alisé mi chaleco con las palmas de las manos mientras me dirigía hacia ella , sostenía una copa de cristal y se la acercó a los labios para dar un sorbo, justo después la dejó encima de una mesa alargada donde se podía ver un cuenco plateado lleno de sangre y varias copas medio vacías que los invitados iban acumulando.
Mary acarició nerviosamente con sus dedos un lazo de seda de color de la sangre que llevaba ajustado al cuello, sus ojos se dirigieron en todas direcciones cuando estaba frente a ella.
-¿Cómo has podido?.-Preguntó casi en un susurro.-¿Te das cuenta del lio en que te meterás si padre descubre que fuiste a ver a la humana?.-Dijo realmente preocupada.
Miré hacia el lado derecho del salón donde una mujer de ojos verdosos me sonreía y alzaba su copa en modo de saludo, sonreí indiferente y mis ojos se encontraron con la mirada preocupada de Mary.
-He tomado una decisión, permaneceré al lado de Liz, sé que mi deber es estar a su lado y protegerla de nuestra especie.-Dije.
-La amas Brandom, eso es lo que te empuja a protegerla, pero si lo haces el que correrá peligro serás tú.-Contestó con un hilo de voz.
Suspiré amargamente hacia un lado y volvi a encontrarme con los ojos de mi hermana.
-No importa lo que a mí me pueda pasar, no sería tan terrible comparado con el daño que pudieran hacerla, solo entonces sufriría.-Dije cerrando la mano en un puño.
Mary notó mi respiración agitada y frotó mi brazo con cariño pidiéndome calma.
-Está bien, yo te voy ayudar.-Dijo.-Pero…primero debemos pensar en algo.
¿Ya se te ha ocurrido contarle a Liz lo que somos?.-Preguntó.
Su pregunta hizo que reaccionase de momento y un nudo se me creo la garganta.
-Eso es algo que jamás me he planteado, yo estaré a su lado, pero desde las sombras, nosotros nunca podremos estar juntos, somos especies distintas y el riesgo de matarla es muy alto.-Dije mordiéndome el labio. -No puedo mirarla como mi pareja, aunque reconozco que lo anhelo y lo deseo con todas mis fuerzas.
Negué con la cabeza y otro suspiro salió de lo más profundo de mi ser cuando pensé por un momento que Liz podría conocer algún humano, casarse y tener hijos como hacen el resto de las personas, yo estaría ahí, para ella, pero jamás estaría ella para mí.
Una voz interrumpió mis pensamientos amargos y dediqué una media sonrisa a mi padre que venía hacia a mí con los brazos abiertos, Mary agachó su mirada antes de desaparecer de mi vista y aquella misteriosa mujer de ojos verdosos caminó hacia a mí junto con mi padre.
-Hijo.-Dijo esbozando una sonrisa mientras me daba una palmada en la espalda.-Te presento a Christine Adams.
Mi padre tomó la mano de aquella mujer y ésta hizo una reverencia con su cabeza, sus rizos de color castaño le caían por la nuca ligeramente, cuando alzó sus ojos para encontrarse con los mios se ruborizó.
-Es un placer conocerle.-Dijo amablemente.
-El placer es mío señorita Adams.-Contesté tomando su cálida mano.
Se podía percibir que era humana, y al juzgar por sus pensamientos sabía lo que éramos, y no era de extrañar, mi padre organizaba fiestas para acoger a un nuevo miembro en nuestro clan.
Miembros que no tenían nada en su vida humana y deseaban tener otra completamente distinta, una vida eterna a cambio de servir a mi padre por toda la eternidad.
Todas aquellas personas que mi padre reclutaba las tenia esparcidas por Rumania, Transilvania, Inglaterra y Londres.
La misión de las mujeres era atraer victimas para después, ofrecérselas a mi padre, de esta manera mi padre no se molestaba en salir de caza, la bodega siempre estaba repleta de sangre para todo el año. Y la misión de los hombres se trataba de proteger los territorios que eran de mi padre, la última batalla en la que intervenimos fue en Alemania hacía ya casi doce años.
Cazábamos muy habitualmente puesto que no teníamos a muchos de nosotros, aquello era un caos, cientos de personas con armas rondaban la ciudad día y noche no teníamos demasiado tiempo para alimentarnos, pues algunos quedaron moribundos y otros pasaron automáticamente a la transformación a través del virus que llevamos en nuestra sangre
Poco a poco se fue creando un fuerte clan que impidió que nos quedáramos con nuestro territorio, perdimos el poder y mi padre decidió aumentar las defensas en la familia.
-Es un honor poder formar parte de esto.-Dijo aquella joven de ojos verdosos.
-Si me disculpáis.-Dije con el fin de escapar de allí antes de que mi padre dijera algo que no quería escuchar.
Christine cruzó la mirada con la de mi padre antes de que yo les diera la espalda, una mano helada me tocó el hombro, cuando me detuve a mirarla en su dedo descansaba un anillo dorado con una perla rojiza, fruncí el ceño y mi padre se puso frente a mí.
-¿Qué aroma tan jovial verdad?. Disfruta de ella, tienes el poder para hacer lo que quieras, el mundo en nuestro, saborea cada momento y no te prives de nada hijo.-Dijo dándome una palmada en el brazo.
Cuando desapareció, apreté mis ojos con fuerza, me estaba dominando el deseo incontrolable de beber la sangre que corría a toda velocidad por sus venas, no era la primera vez que quitaba una vida humana para darle una nueva, pero esta vez estaba completamente descontrolado.
Giré sobre mi mismo encontrándome con aquella indefensa joven, ahora todas las humanas que veía ante mi eran Elizabeth Jenzen.
No deseaba nada mas en este mundo que rozar su piel y acariciar sus labios con los míos, notar su palpitante corazón encima de mi pecho y acariciar cada curva de su cuerpo perfecto.
Ese aroma a sangre que desprendía la humana que tenía ante a mi me ponía frenético, caminé hacia a ella con pasos acelerados y ésta jugueteaba con uno de los mechones de su nuca, su corazón palpitaba aceleradamente cuando estuvimos cerca el uno del otro.
-Me encantaría que lo hicieses tú. –Dijo mordiéndose el labio inferior.
No me pareció que estuviese aterrada con la idea de la conversión, es más parecía de lo más encantada, en su mente pude ver que me deseaba al igual que yo, pero no de la manera en la que desean los humanos, yo deseaba beber cada gota de su vida.
La tomé por la cintura y la fui llevando hasta la puerta más cercana que teníamos para salir, Christine apoyó sus manos en mi pecho maravillada, cruzamos la puerta para meternos en la sala de estar y allí la tomé en mis brazos rasgando su vestido de color azul celeste.
Christine pasó sus manos alrededor de mi cuello y estampó sus labios con los míos, su respiración acelerada hizo que la besara con furia , me liberé de uno de sus brazos y llevé mis labios helados hasta su muñeca donde mis afilados dientes se hundieron en aquella carne cálida.
Christine dio un gemido en el aire y se desvaneció lentamente en el suelo sin dejar de mirar como succionaba su sangre caliente, hizo varios intentos en liberarse pero tenía su brazo aferrado en mis manos.
La sangre corría por mi garganta y activaba todos mis nervios, sentí como el cuerpo de Christine abandonaba y se entregaba a mí por completo, no había nada que me produjera más placer que devorar una vida humana.