Carraspeé y sin dejar de mirarle torcí mi sonrisa.
-No sé a lo que te refieres padre, solo discutíamos acaloradamente.-Dije con el fin de que no siguiera preguntando.
Mi padre volvió a su postura liberando mi nuca, encuadré los hombros y alcé mi barbilla sosteniendo aquella mirada penetrante que volvía a tomar sus ojos.
-No intentes disimular conmigo hijo, sabes que lo he intentado todo por entenderte-Dijo volviendo a ocultar sus manos detrás de él.-Pasé por alto tu osadía de salvar aquella humana del accidente, pero no volveré a tolerar otra impertinencia más.-Dijo dándome la espalda para fijar la mirada en uno de los cuadros del largo corredor.-No estás aquí para cambiar el futuro de nadie, y desde luego tampoco para discutir con la familia.
Clavé mis ojos en los zapatos oscuros y se dió la vuelta para estudiarme el rostro con detenimiento.
-Fue casualidad que yo estuviera cerca el día del accidente, algo me impulsó hacerlo, no veo que tenga nada de malo y que sea un motivo para discutir.-Dije lo más calmado posible.-No volví a establecer contacto con ella, ¿porqué no te preguntas quién provocó a que volviera aquí padre?.
-Pregunté frunciendo el ceño.
Mi padre caminó hacia a mí con pasos firmes y el pecho hinchado, en su mirada se podía apreciar un deseo que antes no había visto en él.
-¿Aún no lo entiendes?.-Preguntó dejando ver sus brillantes dientes.-El olor que desprenden, nosotros elegimos al humano, y tú volviste a ponerla a salvo, tus hermanos no te perdonaron que dejaras escapar tan exquisita cena.-Dijo esbozando una sonrisa siniestra.
Apreté mis manos en un puño y pudo ver en mis ojos la agonía que sufriría si perdía lo único que me importaba en este mundo, aún así intenté disimular calmando las facciones de mi rostro.
-Si atacamos también el Londres la gente acabará dándose cuenta, creo que un poco de precaución no nos vendría nada mal.-Dije caminando hacia delante.-Desde que estamos aquí, hemos acabado con doce personas, hay que andarse con cuidado.-Dije aclarándome la garganta segundos después.
Mi padre siguió mis pasos con zancadas largas para ponerse a mi altura, su vista estaba fija en la larga alfombra roja del corredor, me pregunté si estaría prestando atención a lo que le estaba diciendo, cosa que dudé.-Está claro que no podemos acabar con Liz Jenzen ya que su familia sabe que ha venido aquí más de una vez, asociarían su muerte con nosotros.-Mentí.
No podía permitir que la tocaran, sabía perfectamente que su familia no sabía nada de sus escapadas a mi casa, pero no tuve otra opción que mentir con tal de que mi padre renunciara a ella.
Mi padre se detuvo en ese momento mientras que yo seguía avanzando por el corredor, el pulso latía violentamente en mis sienes, podía notar como quería intentar introducirse en mis pensamientos cosa que le permití.
Me costó esfuerzo pensar en otra cosa para que pudiera ver que no le mentía, me detuve escondiendo mis manos en los bolsillos de mis pantalones oscuros y me di la vuelta para encontrarme con su mirada azulada.
-En ese caso, acabaríamos también con su familia.-Dijo alzando su barbilla.-Pero lo que quiero de esa joven no es su muerte.
Fruncí el ceño y me permitió ver lo que quería en realidad.
-¿Una de nosotros?.-Pregunté con una expresión de disgusto.
Mi padre esbozó una sonrisa dejando ver sus dientes y me hizo una señal con la cabeza para proseguir con nuestro paseo por el largo corredor.-¿Porqué, y para qué?.-Volví a preguntar.
La aletas de mi nariz se hincharon y tuve que hacer un esfuerzo para controlar mi respiración agitada, lo que pude ver en su mente me disgustaba.
-Hijo, seré franco contigo.-Dijo.-Quiero que sea uno de los nuestros para ti, considéralo un regalo. Es obvio que sientes algo por esa joven.-Añadió con una sonrisa sarcástica.
-Yo no siento nada padre.-Mentí.
-En ese caso, deshazte de ella pronto.-Dijo con el fin de dar por zanjado el tema.
Una de nosotros o matarla, ninguna opción me valía, pero Liz ya sabía demasiado había visto demasiado. Definitivamente este lugar no era seguro para ella y más aún sabiendo lo que mi padre pretendía, debía de hablar con ella para que no volviera aquí nunca más, ¿pero cómo?, ¿qué iba a decirle?.Aún no sabía cómo, pero no podía dejar que pasara más tiempo, tenía que actuar rápido y con los medios que hiciera falta para ponerla a salvo.
-Hemos llegado.-Anunció mi padre.
Intenté borrar los pensamientos que se colapsaban en mi mente con el fin de que mi padre no pudiera penetrar en ellos.
Al abrir la puerta de la bodega, esta chirrió de tal manera que hizo daño a mis oídos sensibles, una fina corriente de olor a sangre me envolvió, pues aquí era donde la almacenábamos, mi padre torció su sonrisa y me invitó a ir delante.
Bajé por las escaleras de madera gastada que crujía a cada paso, mi respiración era acelerada, el dulce aroma que desprendía la bodega hacia que mi corazón latiera con furia, pero no tan intensamente como cuando me encontraba cerca de Liz, o cuando tan solo pensaba en ella, el sentimiento de amor hacia aquella frágil humana era mucho más fuerte que la sed ardiente.
La pequeñas ventanas estaban tapiadas con tablas de madera impidiendo que nada entrara en la bodega, ya fuera algún rayo de luz o el viejo polvo que empezaba a acumularse en los rincones de esta.
La estancia estaba llena de estanterías con recipientes de cristal y barro donde en su interior, habian litros y litros de sangre.
La bodega era la parte más fría y húmeda de la mansión, lo cual hacia que la sangre se mantuviera siempre fresca y lista para servir a unos devoradores chupasangres como nosotros.
Mi padre caminó hacia una de las estanterías, husmeó el aire y su dedo índice rozaba los recipientes intentando seleccionar uno que fuera de su agrado.
-¿Qué te parece si utilizamos esta para la fiesta de esta noche?.-Preguntó con los ojos cerrados sin dejar de husmear el recipiente.
Fruncí el ceño a la vez que mi olfato estudiaba cuidadosamente el aroma seleccionado e intentaba averiguar a qué se refería exactamente.-Me parece una buena elección padre.-Contesté.
Aspiré profundamente y sus ojos se clavaron en mí con una sonrisa satisfecha.
-¿Qué hay que celebrar?.-Pregunté mientras caminé hacia uno de los estantes observando la multitud de recipientes de barro que tenía justo enfrente de mí.
-Celebraremos lo orgulloso que está un padre de su hijo, y como tal que eres, quiero darte lo mejor, ofrecerte lo mejor…-Dijo ocultando sus manos tras la espalda con una amplia sonrisa.
Me sentí un miserable al oírle decir tales palabras, no merecía que me tratase tan bien, y él no merecía que le traicionase, pero por otra parte, tampoco podía traicionar a mi corazón, si es que se le puede llamar así a un depredador que devora la vida humana.
Caminó hacia a mí con pasos cortos pero firmes, su sonrisa estaba torcida hacia un lado y mientras iba avanzando podía verme reflejado en sus ojos azulados. –Deberías ponerte elegante esta noche, tengo preparada una sorpresa para ti.-Dijo.
Asentí con la cabeza manteniendo una postura firme y pasó por mi lado aspirando de nuevo el aire de la bodega.
-Hijo, creo que alguien viene a verte.-Anunció en el descansillo de la escalera.-Tienes razón, cuantas visitas en un solo día.-Dijo con una sonrisa sarcástica desapareciendo de la puerta de la bodega.
Fruncí el ceño y mis manos se cerraron en un puño, miré hacia las escaleras y me apresuré a subir por ellas, al cerrar la puerta detrás de mí no podía divisar a mi padre.
Un tintineo de campanas se escucharon en toda la mansión, me asomé por la delicada barandilla de madera, y vi a Dorothy que se apresuraba abrir la gran puerta.
Caminé por aquella esponjosa alfombra roja mientras que mi mano acariciaba la barandilla, mis pasos eran aún más acelerados, el olor que sentí era extraño, provenía de alguien que no era vampiro, era un olor humano.
No quise imaginar que Liz pudiera estar al otro lado de la puerta, aunque era inevitable que ese terrible pensamiento paseara por mi cabeza.
Bajé por las escaleras nerviosamente, parecía como si mis pies no tocaran los peldaños, al llegar al descansillo de esta, me apresuré bajar por las escalera central que estaba justo en frente de la inmensa puerta principal.
Fue entonces cuando aminoré el paso ocultando mis manos dentro de los bolsillos del pantalón, Dorothy echó una mirada hacia atrás encontrándose con mis ojos, en los suyos, podía apreciarse unas arrugas bien marcadas, me resultaba fascinante ver como los humanos envejecían con el paso de los años, en realidad me daba cierta envidia.
Dorothy, era una sirvienta de unos cincuenta y cinco años que había servido a mi familia desde que era prácticamente una niña, yo no tenía recuerdos de ella hasta bien entrado mis diez años de edad, era curioso, pero me resultaba imposible recordar a nadie, ni siquiera a mi madre, pero lo más curioso de todo era que a mi hermana, Mary, le ocurría exactamente lo mismo.
Dorothy era un encanto de mujer, para mí había sido como la madre que nunca tuve , y para nada sentía la necesidad de beber su sangre, al contrario, era como un vampiro más en la familia aunque en realidad fuese una simple humana.
El resto de la servidumbre también lo era, era una delicada selección que mi padre hizo cuando los contrato, le juraron lealtad y sobre todo, guardar el secreto de nuestra naturaleza.
A cambio, solo pedían un hogar donde guarecerse, ya que eran campesinos reclutados por mi propio padre y estos no tenían absolutamente nada, no es muy común que los humanos vivan en el mismo techo que los vampiros, pero mi padre sabía que teniendo humanos en la mansión trabajando para él nunca levantaría sospechas.
-Adelante Dorothy, abre la puerta.-Dije cuando llegué hasta ella.
En su cara había una expresión de preocupación, y pude leer con claridad lo que significaba, aguanté mi respiración y Dorothy asintió con la cabeza apartándose hacia el lado derecho de la puerta mientras que sus manos estaban nerviosamente entrelazadas.
En ese momento me encontré cara a cara con una joven de pelo negro y laceo, su piel era de color moreno que nada tenía que ver con el color de piel de un campesino, y sus ojos rasgados de color castaño me miraban tímidamente.
-Buenas tardes señorita, ¿a qué se debe su visita?.-Pregunté intentando ver su rostro.
La joven parpadeó y se encontró con mis ojos esperando una respuesta.
-Me…soy Karisma…pasaba por aquí y he visto que…-Dijo la muchacha con apenas un hilo de voz.
Estudié con rapidez el cielo azulado y se había tornado a un gris oscuro cosa que me alegré enormemente, no me apetecía que entrara a la mansión, sería demasiado peligroso.
Fruncí el ceño y Dorothy desvió su mirada para encontrarse con la mía, carraspeé y salí por la gran puerta principal con el fin de que aquella muchacha me siguiera, bajé por las escaleras para dirigirme hacía la fuente del sauce llorón, liberé mis manos del interior de los bolsillos de mi pantalón oscuro para cruzarme de brazos, esperaba que me dijera algo más pero parecía muy tímida cosa que no me gustaba nada.
Su mente era tan cerrada que no me permitió que penetrase en ella y ver sus verdaderas intenciones o para que se había acercado hasta aquí, un escalofrío recorrió mi nuca mientras esperaba que Karisma articulase alguna palabra.
El viento azotó su larga melena y se llevó unos mechones detrás de su oreja, cruzó su mirada con la mía y sonrió tímidamente.-Lo…lo siento.-Comenzó a decir.-Lamento mi intrusión a su casa, pero le he visto en el festival y…he podido comprobar que tiene un caballo realmente hermoso.-Dijo controlando su respiración. -¿Es un pura sangre?.- Preguntó mirándome directamente a los ojos.
Torcí mi sonrisa y volví a ocultar mis manos en los bolsillos.
-Así es, lo encontré hace unos años en un cobertizo abandonado, Fenix es un caballo extraordinario.-Contesté torciendo mi sonrisa al recordarlo.
Lo que no le había mencionado, es que fuimos de caza esa noche y arrasamos con toda vida animal que había en aquel cobertizo, pero cuando vi a Fenix supe que sería un buen compañero.
Fruncí el ceño y miré el rostro de aquella joven que me miraba con timidez, sabía que ocultaba algo mas pero me resultaba imposible verlo, desde que llegué a Londres nunca la había visto y desde luego tampoco la vi en aquel festival.
Un recuerdo hizo que algo dentro de mí se retorciera, ese recuerdo era la conversación que habia mantenido con Liz en el festival, estaba tan concentrado únicamente en ella que olvidé que hubiera más personas allí.
-¿Puedo verlo?-Preguntó una voz rompiendo mi recuerdo.
-No creo que sea una buena idea…-chasqueé los dedos intentando recordar el nombre que me había dado momentos antes.
-Karisma.-Se apresuró a decir ampliando su sonrisa.
-¡Karisma!.-Grité uniéndome a sus risas.
Me detuve y mire por encima de sus hombros hacía en ventanal, mi padre me observaba con una sonrisa torcida e hizo un gesto con su cabeza, parecía que esta vez no le incomodaba que mantuviera una conversación con una humana, se alejó del ventanal y bajé la vista para encontrarme con aquellos ojos rasgados que me miraban chispeantes.
-En serio, no creo que sea una buena idea, tengo que prepararme para una celebración, quizá en otro momento. Lo siento.-Me disculpe.
Karisma negó con la cabeza y sonrió.
-Oh, no te disculpes, en otro momento.-Dijo sonriendo.-Por cierto, ¿cómo se llama?.-Preguntó frotándose los brazos por el frio de la tarde.
-Brandom, y por favor tutéame, no me hagas sentir mayor.-Contesté sonriendo.
Karisma se ruborizó y bajó la mirada hacia su largo vestido, pasó una mano por él para eliminar el sudor y la alargó en mi dirección con la cabeza cabizbaja.
-Ha sido un placer Brandom, hasta pronto-Dijo estrechando mi mano afablemente.
-El placer ha sido mío Karisma, August, acompañe a la señorita hasta la verja.-Dije sonriendo.
El mayordomo que estaba los pies de la escalera de la puerta principal, se apresuró a bajar en cuanto yo se lo había ordenado, su bigote largo y estirado sonrió a la joven e hizo un gesto con su mano para que le siguiera.
Respiré profundamente mientras que mis ojos siguieron a la humana y August dirigirse hacia la verja, un sonido sordo e incomodo captaron mis oídos, fruncí el ceño y miré el cielo encapotado, las nubes se movían aceleradamente y un relámpago ilumino la mansión que pasados unos segundos se volvió a escuchar el estruendo.
Sonreí para mis adentros cuando sentí unas gotas cayendo por mi cara, para mí sentir el frio del aire y la lluvia rozando mi piel me resultaba tonificante.
Me quedé allí, inmóvil, husmeando el aire esperando que la tormenta estallase de un momento a otro, fue entonces cuando las gotas de agua se transformaron en el diluvio que estaba esperando, alcé mi rostro hacia el cielo oscuro y dejé que el agua calara todo mi cuerpo.
pensaba k se iban a kargar a Karisma, es una de las k mejor me caen...
ResponderEliminarque susto pense que se la hivan a merendar jaja, el personaje de karisma, me recuerda a mi en la parte de ser timida , y luego ya cuando ya conozco bien a la gente pues me suelto , y ya no hay rastro de timidez
ResponderEliminaruy uy uyyy a que se va a enamorar tambien karisma de brandoonn diosss la que se avecinaa ajajjajajajajjaja.flaka.
ResponderEliminarjaja yo tambien pense eso, en cuanto lei que el padre le miraba yo dije ui ui...jajaj Beso ATT:NATY
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