Clan "Inmortales"


martes, 22 de marzo de 2011

Capítulo 23-Sospechas

Cuando terminé de darme aquél relajante baño de agua fría, me dirigí a mi dormitorio para ponerme el atuendo que el ama de llaves había dejado sobre la cama, unos pantalones oscuros de textura suave.
Abotoné los botones de una camisa blanca y acto seguido remangué las mangas dejándolas a la altura de mis codos.
Por último, ajusté un chaleco de color ocre para luego abotonarlo al pecho, desenredé con los dedos mi cabello oscuro y lo dejé tal como estaba.
Mis ojos se dirigieron al péndulo de madera y éste avisó de que era algo más de media noche, aspiré profundamente y el olor a sangre ardió en mi garganta, aquello era señal de que padre se acercaba a la mansión.
Eché una rápida mirada al espejo viéndome en él reflejado, pasé las manos por el chaleco para alisar los pliegues que se formaron y aparté rápidamente mis ojos de aquél monstruo que miraba fijamente.

Salí de mi habitación a toda prisa cerrando la puerta detrás de mí, el olor a sangre alteraba todas las fibras de mi cuerpo.
Aceleré mis pasos sobre aquella alfombra roja para dirigirme al dormitorio de Mary, pero al llegar a su puerta no percibí que hubiese nadie en el interior.
-Está en el salón.-Dijo mi hermano tomando una gran cantidad de sangre.
-¿De dónde la has sacado?.-Pregunté sin dejar de mirar su copa.-Tomando sangre sin control no hará hacerte más fuerte.-Aconsejé.
Near sonrió entre dientes y acto seguido pasó la lengua por ellos.
-De la bodega, ¿de dónde si no?. Además no es por lo que tu crees, alimentándome no creo estar haciendo daño a nadie.-Contestó volviendo a dar un sorbo.
Miré fijamente sus ojos del color del fuego y tuve la tentación de abalanzarme sobre él para tirarle al piso de abajo.
-Lo estás haciendo.-Dije rotundamente.-Sabes que no hay prácticamente nada de sangre en la bodega hasta que padre vuelva, y en lugar de preguntar a Mary si tenía sed sólo te preocupas de ti mismo.-Añadí lleno de ira.
-Mary sabe muy bien dónde ir si necesita beber, y ese sitio es la bodega.-Dijo.-Si nuestras reservas están agotándose debería de preocuparse en llegar antes que los demás, ¿no crees?.-Añadió con una sonrisa en sus labios ensangrentados.
-Nuestra hermana se arriesgó por dársela a los demás.-Dije entre dientes.
-Pues dale las gracias.-Contestó acabando su copa de un trago.
Mi mandíbula permaneció tan dura como una roca, mis dientes rechinaron con fuerza y tuve que controlar el deseo de destrozar aquella cabeza y arrojarla a la chimenea.
-Me das asco Near.-Dije entre dientes.
-El sentimiento es mutuo querido hermano.-Contestó dándome un empujón cuando pasó por mi lado.
Cerré los ojos con fuerza y mis puños temblaron al igual que todo mi cuerpo, Near sabía sacar lo peor de mí y eso hacía que me enfureciese aún más, no sólo por sus hirientes palabras si no por sus actos.
La puerta principal del recibidor se abrió y unos pasos sonaron con eco en toda la mansión, me apresuré bajando por la escalera central y mi padre Estefi y su esposo me recibieron con una sonrisa.
-Hola hijo.-Saludó.
-¿Padre?.-Contesté.
-Por favor August, vacíe el carruaje y que Dorothy le ayude a dejar los cuencos en la bodega.-Le ordenó mientras se quitó unos guantes de cuero negro.
-Si señor.-Contestó inclinando la cabeza.
Bajé los últimos tres escalones con el ceño fruncido mientras me acerqué a mi padre, se liberó de su abrigo oscuro y antes de que el mayordomo saliera por la puerta se apresuró en cogerlo para dejarlo sobre un perchero de madera que estaba situado a uno de los lados de la puerta.
-¿Dónde está Near?-Preguntó dirigiéndose al salón dónde se encontraba mi hermana pintando sobre un caballete.
-Terminando con las reservas de la bodega.-Contesté indignado.
-Hola padre.-Le saludó.-Es más de media noche.-Sonrió intentando desviar la conversación.
Frunció el ceño cuando se giró para encontrarse conmigo, negó con la cabeza y acto seguido se mordió el labio inferior.
Estefi y su esposo irrumpieron en el salón y mi padre salió a toda prisa cruzando por el medio de los dos.
-Ese estúpido.-Dijo una vez en el recibidor.-¡Near!.-Gritó enfurecido.
Volvió al salón donde permanecimos todos en silencio, mi hermana se cruzó con mi mirada y en sus ojos pude ver que no le había parecido bien que se lo hubiese dicho, pero de alguna manera lo había echo por el bien de todos.
Mi hermano se presentó en el salón al instante y una sonrisa nerviosa dibujaron sus labios, se limpió las comisuras de éste y me dedicó una mirada amenazante.
-Hice lo que tenía que hacer.-Contesté a su mirada.
Mi padre voló hasta él mostrando sus afilados dientes y lo agarró por el cuello de su camisa, parecía tan indefenso ante el abrazo mortal de mi padre que por un momento quise interponerme entre los dos.
-No volverá a ocurrir padre.-Le prometió.
-¿En serio?.-Preguntó clavando aquellos ojos azules en los de mi hermano.-Estás acabando con mi paciencia hijo, ¿cuántas veces tendré que decirte que aquí se hace lo que yo diga?.-Volvió a preguntar con tono amenazante.
-Lo sé padre, tenía mucha sed.-Contestó con voz temblorosa.
Mi padre lo empujó hasta la pared y su espalda impactó con fuerza sobre uno de los cuadros, su pálida mano se cerró alrededor de su cuello dejando que sus pies quedaran suspendidos en el aire mientras que mi hermano mostró un gesto de dolor ante su fuerza.
-Tenías sed.-Repitió sus palabras mientras su mano se cerró aún más.-¿Y los demás?.-Preguntó.-Siempre os digo que hay que dejarse llevar por el instinto, ¡pero no cuando se trate de poner en riesgo a los demás miembros de esta familia!.-Gritó enfurecido.-¿¡Me he explicado con bastante claridad!?.-Preguntó lleno de rabia.
A mi hermano le costó articular alguna palabra a lo que contestó asintiendo con la cabeza varias veces.
-Padre.-Le interrumpí caminando hacia él con pasos inseguros.-Ya es suficiente, creo que Near ya lo entendió.-Añadí intentado que se tranquilizara.
Mi padre le liberó mostrando sus dientes una vez más mientras que mi hermano se llevó la mano hasta las marcas de su cuello, intentó recuperar su respiración y acto seguido arregló su atuendo sin apartar los ojos de los de mi padre.
Miró por encima de su hombro para encontrarse conmigo y en su mirada pude ver con claridad lo mucho que me odiaba al igual que a todo el mundo.
-Quiero pedirte disculpas Mary.-Se apresuró a decir.-De haber sabido que estabas tan mal ni me hubiera acercado a la bodega.-Se disculpó mirando a mi hermana.
En realidad mentía, pues sabía que nuestra hermana estaba enfermando por falta de sangre en su cuerpo, utilizó aquél escudo protector para que nadie supiese la verdad y mucho menos mi padre. Pero Near, Mary y yo sabíamos que no había sido así, pues sabía con suficiente antelación que no lo delataríamos para crear más conflictos entre ellos, aunque ganas no me faltaron.
-¡Bien!.-Gritó mi padre dando una palmada.-Dicho esto sentémonos en la mesa a cenar.-Anunció con una sonrisa mientras que mi hermano clavaba sus ojos en los míos.
-Por cierto Near.-Dijo dirigiéndose a él.-Puedes sentarte, pero quedas excluido en esta cena.-Añadió retirando una silla para que se sentase.
Su rabia fué aumentando en mayor proporción hasta que mi padre clavó sus ojos en los suyos con una sonrisa distinta, como si nada hubiese pasado.
Caminó hasta él y se sentó sobre la silla sin decir ni una palabra, Mary cruzó su mirada con la mía cuando nos dirigimos a sentarnos en aquella amplia mesa de madera y su mente llenaba de preguntas a la mía.
Estefi, que ya estaba situada al lado de su esposo cruzó su mirada con la suya y acto seguido con la de mi padre.
-Mary, si hay algo que quieras preguntar a Brandom hazlo, pero en voz alta para que todos los presentes puedan escucharte.-La aconsejó.
-No padre.-Contestó tímidamente.-Sólo quería preguntarle porqué te había dicho lo que había sucedido con Near, eso es todo.-Añadió rápidamente mientras se sentaba a su lado.
-¿No es evidente?.-Preguntó.-Lo hizo por ti querida hija.-Añadió cruzando su mirada con la de Near.-Cómo lo hubiese echo con cualquier otro miembro de esta familia.-Dijo clavando sus penetrantes ojos azules en los de mi hermano.
Near apartó su mirada rápidamente y sonrió.
-Brandom está tan lleno de bondad, apuesto a que también lo hubiese echo por ese estúpido saco de sangre.-Dijo dedicándome una sonrisa siniestra, como si quisiera delatarme ante mi padre.
-¿A quién te refieres?.-Preguntó mi padre con el ceño fruncido.
-A esa humana padre.-Contestó.-Ése delicioso saco de sangre.-Añadió volviendo a sonreír.
Mi padre cruzó su mirada con la mía cuando me senté frente a él y acto seguido sonrió.
-Brandom es tan diferente a ti Near.-Dijo.-Que bien es cierto que lo haría por cualquier ser, pero espero que haya aprendido que no debemos mezclarnos con los humanos si queremos que nuestra especie perdure.-Añadió estudiándome el rostro.
-Si padre.-Contesté con la cabeza cabizbaja.
Near esbozó una carcajada haciendo que mis ojos se clavasen en los suyos, le envié un rápido mensaje a su mente en el que no me importaría contarle a nuestro padre que salió de caza sin su consentimiento si él hablaba sobre mis escapadas para ir a ver a la humana.
Mi hermano frenó aquella siniestra sonrisa de su rostro mientras que las aletas de su nariz se hincharon cuando comprobó que no tenía ningún temor al hacerlo.
-Por cierto padre, me gustaría que pudiésemos hablar de algo que me inquieta.-Dije.
-Ahora no, ¿August?.-Avisó al mayordomo cuando se quedó plantado en el umbral de la puerta.
-¿Señor?.-Contestó con el pecho erguido.
-Que las sirvientas se apresuren en traer sangre, estoy hambriento.-Dijo llevando su pálida mano hasta la garganta.
-Enseguida señor.-Contestó inclinando la cabeza.
-Yo también lo estoy.-Añadió Estefi acariciando los labios con su lengua.-El viaje me agotó demasiado.
-Padre, ¿puedo hacerte una pregunta?.-Pregunté aclarando el nudo de mi garganta.
-¿De qué se trata?.
-Me preocupa que salgas de viaje con frecuencia.-Contesté.
Mi padre cruzó la mirada con Estefi y ésta clavó sus ojos rojos en su regazo, fruncí el ceño y acto seguido me encontré con la mirada azulada de mi padre.
-¿Puedes decirme que es lo que te preocupa hijo?.-Preguntó como si lo anterior no lo hubiese escuchado.
-No estoy seguro.-Contesté intentando buscar las palabras adecuadas.-¿Porqué le contaste a Karisma lo que somos?.-Pregunté temiendo una respuesta que no me gustase.
Mi padre inhaló aire y una sombra oscura pasó a toda velocidad por sus ojos.
-Ésa joven nos servirá de mucho en esta familia.-Contestó con tranquilidad.-Pero tranquilo, no serás tú quien le dé la inmortalidad si no yo, no quiero que la mates como hiciste con Christine.-Dijo esbozando una sonrisa.
-Padre, hace tan sólo un momento mencionaste que no debemos involucrarnos con los humanos.-Dije con el fin de que recapacitase, pues la situación en Londres estaba complicada como para que hubiesen más desapariciones y muertes, aquello podría traernos serios problemas.
-Parece que no me entiendes.-Dijo contestando a mi inquietud.-Acabo de decir que será una más de nosotros, y no quiero que se cuestione más sobre mis planes.-Añadió con una mirada tan dura como el hielo.
-Entendí padre, pero esa humana tendrá familiares que se preguntarán donde está, podría traernos problemas si alguien la ve por la ciudad.-Dije clavando mis ojos en aquél delicado paño blanco que se encontraba sobre la mesa.-Pero está bien, sólo quería proteger esta familia.-Dije apoyando mi espalda contra el respaldo de la silla.
-Brandom, no hay necesidad de que nos protejas, ¿somos inmortales recuerdas?.-Dijo apoyando los codos sobre la mesa y acto seguido cruzó los dedos de sus manos ocultando parte de su rostro.-Somos seres privilegiados dotados de poder, seres indestructibles, somos los gobernantes del mundo, y créeme cuando te digo que puedes estar seguro de mis decisiones.-Añadió.-Además, ya había previsto todo eso, una vez que sea vampiro acabará con su padre y hermana, de ésta manera nadie la echará de menos.-Sonrió.
Mis ojos se encontraron con los suyos e intenté evitar que viera en ellos algo que no le gustase.
-¿Y que me dices de sus amigos?.-Pregunté.
-Si se cruzan con ella, no vivirán para contarlo.-Carcajeó contagiando a los presentes, a todos menos a mi hermana y a mí.
-¿Pero cuando llegará la servidumbre con nuestra cena?.-Se quejó mi prima acariciando su garganta.-Me muero de sed.
En ese momento dos de las sirvientas irrumpieron en la sala con dos bandejas de plata. En una de ellas se encontraba una amplia fuente de cristal llena de sangre, en la otra había seis delicadas copas.
Una sombra oscura pasó velozmente a través de mis ojos, el olor que despedía despertó al monstruo que llevaba dentro, pues estaba tenso e intenté tranquilizar mi sed hasta que las sirvientas se retirasen.
Cuando desaparecieron de la sala, esperamos a que mi padre fuese el primero en servirse, acto seguido los demás, llenando por completo sus copas dejando que la sangre fluyera por sus sedientas gargantas.
Yo me había alimentado esa misma tarde en el bosque y podía mantenerme activo dos días sin beber, pero la sangre de un animal no era la misma que la de un humano, pues me dejaba satisfecho pero no lograba sentirme pleno.

Varios años atrás le propuse a mi padre alimentarnos de sangre animal y dejar atrás ríos de sangre humana, pues me preocupaba que fuésemos descubiertos y nos mandaran a la hoguera por nuestros crímenes.
Pero nunca le pareció una buena idea mi proposición, por más que me esforcé en decirle que podíamos sobrevivir con la sangre animal siempre coincidimos en algo, y es que no nos dejaba satisfechos.
Yo, al igual que los demás seguí devorando vidas humanas, necesitaba vivir al igual que otro ser de la tierra, sólo que nuestra manera de alimentarnos resultaba alarmante para los humanos.
Probablemente aquellos animales que son devorados por los hombres estarían igualmente alarmados entre ellos, pero como carecen de lenguaje jamás sería un delito a la vista de los humanos.
Una vez más comencé a pensar como Dorothy, por un momento pensé que no era el único monstruo que devoraba vidas humanas, pues los humanos hacían exactamente lo mismo con la vida animal.
Negué con la cabeza cuando pensé en aquella humana que ocupaba mis pensamientos, por ella sería capaz de todo, de todo menos acabar con su vida, una vida que deseaba tener a mi lado pero no pudo ser por el hecho de ser enemigos naturales.
-Near, ¿no te sirves?.-Preguntó mi padre irrumpiendo mis pensamientos.
Mi hermano, que estaba de brazos cruzados viendo como poco a poco vaciábamos aquella jugosa fuente de sangre, se incorporó en su asiento y tragó aquél nudo de su garganta.
-¿En serio padre, puedo servirme?.-Preguntó sorprendido.
-No.-Respondió con una sonrisa ensangrentada.
Near frunció el ceño endureciendo a la misma vez su mandíbula y volvió a reclinarse sobre su asiento.
-Hijo, jamás recapacitaría sobre mis decisiones, lo que yo te diga en un principio es lo que tiene validez, recuérdalo.-Sonrió.-Y eso va para todo los presentes.-Añadió.
Near clavó sus ojos enfurecidos en los míos y acto seguido se levantó de su asiento con el pecho erguido.
-Voy a retirarme a mi dormitorio padre.-Dijo.
-Cómo quieras, puedes irte.-Contestó con indiferencia.
No me parecía correcto que mi padre tratase con desprecio a mi hermano mayor, pues la mayoría de las veces se lo merecía pero aún así no veía con buenos ojos que lo hiciese delante de los demás.
Cuando Near desapareció de la sala dando grandes zancadas, me pregunté sobre las ropas que traía Estefi, su esposo y mi padre, pues estaban completamente limpias sin rastro de sangre.
Me pareció extraño en un primer momento que mi padre saliese de caza, siempre lo hacían por él, ya fuesen sus esbirros o nosotros mismos, ¿pero el distinguido señor Akerman?, jamás.
-Estaba deliciosa.-Dijo Estefi lamiéndose los labios.-Sin duda la sangre de humanos jóvenes sabe mejor.-Opinó.
-Y, ¿todo bien por Greenwich?.-Pregunté ignorando el comentario de mi prima.
Su esposo, cruzó su mirada con la de mi padre y acto seguido se llevó la copa a los labios para dar un sorbo después.
-Brandom, deja de hacer preguntas, insinuaciones y pensar en voz alta, no e hecho más que llegar.-Se quejó.
-Lo siento padre.-Me disculpé.-Sólo quiero saber si hicisteis el viaje bien.
-Sin contratiempos.-Contestó vaciando su copa.-Me voy a retirar, aprovechad bien lo que queda.-Aconsejó antes de salir por la puerta.
-Está de lo más extraño.-Susurré para mis adentros.
-¿Qué te resulta tan extraño?.-Preguntó mi hermana con una nota de preocupación en su rostro.
-¿No es evidente?. Sale muy a menudo de la mansión, de hecho lo lleva haciendo prácticamente desde que tengo uso de razón, pero no es sólo eso.-Dije.-Nunca me ha permitido viajar con él, tampoco tú y Near.
Sin embargo Estefi y Atila si lo han acompañado varias veces, ¿por qué?.-Pregunté clavando mis ojos en aquella pareja que me miraba un tanto nerviosa.
Estefi suspiró y su esposo dibujó una sonrisa en sus labios.
-Últimamente estás demasiado preocupado por todo, esa humana realmente te está echando a perder.-Dijo alzando su barbilla.-No eres ni la sombra de lo que eras desde que la conociste.-Añadió aflojando el nudo de su corbata.
-A estas alturas deberías saber que si tu padre viaja tanto es por temas familiares, como sabes tiene mucha familia repartida por este mundo, y de vez en cuando le gusta visitar a los que le importan.-Dijo sin mirar mis ojos.-El motivo de que no os lleve con él lo desconozco, yo pertenezco a esta familia por el hecho de estar casado con Estefi, pero ante todo debes saber que cumplo órdenes estrictas de tu padre, y aunque a veces no me apetezca salir de la mansión, he de hacerlo.-Sonrió.
-Entiendo.-Dudé.-Al juzgar por vuestras impecables ropas, es evidente que no habéis cazado para conseguir toda esa sangre.-Dije.
-En efecto.-Se apresuró a contestar su esposa.-Aparte de familia, tu padre también tiene muchos aliados que le ayudan con ese tipo de cosas, ya deberías de saberlo.-Añadió desviando su mirada.
-Ya sabemos todo eso.-Contestó mi hermana dando un sorbo de su copa.
-No sabía que tuviéramos familiares en Greenwich.-Dije acariciando mi barbilla.
-Oh por favor, tu padre tiene razón.-Dijo Estefi.-Estás de lo más pesado con tus preguntas, me retiro a mi dormitorio.-Se quejó.
-Voy contigo querida.-Se apresuró a decir su esposo.-Buen provecho.-Añadió.
Cuando desaparecieron de la sala me quedé pensativo, no encajaba nada de lo que decían era evidente de que ocultaban algo y que no me decían la verdad.

Tuve varios intentos de entrar en sus mentes y descubrir que era lo que les ponía tan tensos, pero fracasé, pues no pude ver nada fuera de lo normal aunque sí podía percibir que algo estaban ocultando.
-¿Qué opinas Mary?.-Pregunté una vez que estuvimos solos.
Mi hermana se reclinó sobre su asiento e inhaló una buena cantidad de aire.
-No me malinterpretes Brandom, pero creo que te preocupas demasiado por cosas que ni siquiera merecen tu atención.-Dijo en un susurro.
-Tienes razón.-Contesté.-Mary, voy a salir.-Susurré.
-No, por favor no vayas prometiste que te mantendrías alejado de la humana.-Se alarmó.
-Lo siento, pero no puedo luchar con esto que siento, necesito verla, saber que está bien.-Suspiré.
-Lo está, solo estas buscando una excusa para ir a verla.-Dijo.-Sabes que si se enterase padre se enfurecerá contigo.
-Tranquila, si te preocupa que Near, Estefi o su esposo se enteren ellos no dirán nada, digamos que tengo, un as en la manga que podría utilizarlo en contra de ellos.-Dije dejando que mi hermana viera esa poderosa carta.
-Espero que tengas razón, por favor no regreses tarde.-Suplicó.
Asentí con la cabeza y eché una rápida mirada al recibidor, la servidumbre no estaba a la vista, y los demás ya se habían retirado a sus respectivos dormitorios, era la oportunidad perfecta para escapar.
Que ironía, escapar de la mansión como si se tratase de una cárcel de oro para ir a visitar a una humana, un ser que lo era todo para mí, y que a pesar de prometer que me mantendría alejado de su vida necesitaba estar junto a ella, sentir su cálida piel y cada latido de su corazón cerca de mi pecho.
Todos tenían razón, había cambiado mi manera de ver las cosas, aquella humana despertaba dentro de mí algo tan dulce, tan auténtico que me hacía sentir fuerte y frágil al mismo tiempo.
El deseo de estar a su lado resultaba desesperante, era como si hubiese mantenido la respiración todo el tiempo hasta que mis ojos tuvieran el privilegio de volver a verla. Pues solo entonces respiraba tranquilo al averiguar que se encontraba bien, que seguía respirando el aire que la rodeaba, que su amor por mí permanecía intacto a pesar de estar separados.
Necesitaba sentirme amado, querido, necesitaba sentirme algo parecido a un humano más, y aquello sólo podía conseguirlo ella, sólo ella. Elizabeth.
Todo este tiempo sentí que estaba perdido en las sombras hasta que apareció en mi vida, definitivamente Elizabeth me había transformado completamente y aquello no estaba bien, pero algo dentro de mí me decía que hacía lo correcto aunque eso suponía ir en contra de las normas de mi padre.
Aquello era prohibido pero me atraía aún más, al igual que con la sangre, era lo imprescindible que necesitaba para poder seguir viviendo.

sábado, 12 de marzo de 2011

Capítulo 22-Brandom:Sentimientos

Observando a través de los árboles, me sentí impotente de no poder aliviar el dolor de aquella familia, la familia del ser que más amaba en este mundo.
Pero que podía hacer yo, de alguna manera fui el responsable de todo lo que sucedió, tal vez tenía que haber previsto que esto podría ocurrir en cualquier momento, no podía dejar de sentirme responsable de la muerte del tío de Elizabeth.
El dolor de sus ojos hacía que mi cuerpo se encogiera y que me costase respirar, su tristeza me sobrecogía sentí la necesidad de ir y estrecharla entre mis brazos para aliviar de alguna manera su dolor, pero era obvio que los humanos les costaba reponerse tras la perdida de un ser querido.
Me preguntaba si los que son como yo sentimos esa tristeza ante la perdida de alguien a quien una vez amamos, en mi cuerpo pude sentir varias sensaciones cuando Liz renunció a mí, era como si todo se me hubiese venido encima, como si ya nada tuviera sentido para mí.
¿Sería así el dolor de los humanos?, lo desconocía por completo pero me llenaba de curiosidad.
Buscando en mi mente intenté recordar cuando perdí a mi madre, era inútil pues no recordé nada, ni su desaparición ni el dolor que sentí cuando me despedí de ella por última vez, era cómo si nunca hubiese ocurrido, o tal vez sea cierto lo que mi padre decía;”somos fríos, y nos volvemos insensibles ante el dolor”.
Esto hubiese tenido sentido si nunca hubiese conocido a Liz, lo cierto es que aquella frágil e indefensa humana despertó en mí algo que creía muerto, algo que mi padre me hizo creer pero se equivocaba, pues en este cuerpo ya había experimentado el dolor de haberla perdido.
Mis ojos se centraron en aquel ángel de rosadas mejillas y piel tan delicada como la porcelana, apoyé mi cabeza sobre el tronco de un árbol mientras la observaba a lo lejos.
Podía sentir el perfume de su cuerpo envolviéndome, su cálida voz murmuraba entre los presentes, y podía escuchar cada latido de su palpitante corazón.
Mis ojos se dirigieron ahora al medallón que le puse en las manos, me hacía sentir que aún era importante para ella, pues de alguna manera me recordaría.
Me escondí tras aquel árbol apoyando mi espalda contra el tronco de madera, el viento era fresco y movía las copas de los pinos meciéndolos a la vez, suponía que era el momento de dejar a Liz hacer una vida normal, tranquila y feliz, tal y como ella deseaba.
Escondí las manos en el interior de mis pantalones oscuros, inhalé aire y me dirigí a la entrada del cementerio para dejar atrás a mi razón de vivir.
Monté sobre Fénix una vez desaté las riendas y me dirigí a casa a toda prisa, hace unas horas que me había alimentado y estaría activo por dos días, pero la rabia y el dolor hacía que en mi interior se despertase el deseo de beber sangre, pero no animal, si no humana.
Apreté mis afilados dientes con fuerza, e intenté pensar en otra cosa que no fuese matar para obtener sangre, esperé hasta llegar a la mansión y una vez allí dirigirme a la bodega donde mi padre almacenaba sangre humana.
Una figura de mujer caminaba en la parte derecha del camino que llevaba hasta la mansión, tiré de las riendas hacia atrás e intenté recuperar mi respiración acelerada, mi delicado olfato detectó un olor familiar y mis ojos comenzaron a tornarse a oscuro.
La lucha constante que tenía conmigo mismo me estaba torturando, deseé abalanzarme sobre aquél humano y beber hasta la última gota de su sangre caliente, pero fue entonces cuando la reconocí y me dedicó una amplia sonrisa.
-¡Brandom!.-Gritó a la vez que sus pasos se acercaron a mí.
-No sigas.-Le advertí.
-¿Estás bien, te ocurre algo?.-Preguntó aquella muchacha de ojos rasgados.
Inhalé un poco de aire apretando fuertemente los párpados intentando ocultar la oscuridad de mis ojos para después abrirlos lentamente y que volvieran a su color natural.
Asentí con la cabeza pasando una mano por mis cabellos e intenté dirigir mi concentración hacia aquella chica que no cesaba de hacerme preguntas.
-Discúlpeme señorita Halley.-Dije.-No la reconocí.
-Por favor Brandom, ¿por qué no me tuteas?.-Preguntó algo incómoda pero a la misma vez muy tímida.
-Está bien Karisma, ¿qué te a traído de nuevo por mi casa?.-Pregunté intentando averiguar con suficiente antelación su respuesta, cosa que no logré hacer.
Siempre que intentaba entrar en su mente ésta me la cerraba, era increíble que un humano fuese capaz de controlar sobre sus pensamientos, normalmente eso lo podemos hacer los que son como yo.
-Tu padre me invitó de nuevo.-Contestó muy sonriente.
-Ten cuidado, ¿vale?.-Le advertí.
Tiré de las riendas haciendo que Fénix diera dos pasos cuando Karisma lo detuvo agarrando fuertemente de ellas.
-Espera, ¿qué quieres decir con que tenga cuidado?.-Preguntó frunciendo el ceño sin dejar de mostrar aquella dulce sonrisa.
-Nada, olvídalo.-Contesté devolviéndole aquella sonrisa sin ganas.
Con el talón di un golpe suave en el lomo de Fénix y éste se puso a caminar con pasos cortos.
-¿Te refieres a que sois vampiros?.-Preguntó con un tono de voz tembloroso.
Tiré de nuevo de las riendas y di la vuelta para encontrarme con sus ojos rasgados.
-¿Qué?.-Pregunté.-¿A que te refieres Karisma?.-Volví a preguntar fingiendo no saber de lo que estaba hablando.
-Me refiero a que sé lo que sois.-Comenzó a decir.-Tu padre me lo dijo, y puedes estar seguro de que en mí puedes confiar.-Dijo volviendo a sonreír.
Mi mirada se perdió a lo lejos por encima de la cabeza de Karisma, no entendía lo que pretendía hacer mi padre, tal vez reclutarla para fortalecer las defensas o quizá solamente era un alimento más.
-No sé de lo que me estás hablando.-Insistí.
Karisma se acercó con pasos inseguros y mostró una sonrisa tranquilizadora.
-Brandom, tu padre me confió lo que sois, vampiros, seres inmortales que hasta ahora yo y el resto del mundo desconocía completamente.-Comenzó a decir hasta que se detuvo a una distancia prudencial.-Es cierto que hay leyendas de bebedores de sangre, pero jamás había tenido la oportunidad de ver a uno de cerca, hasta que te conocí.-Dijo acariciando suavemente a Fénix.
-No quiero que nuestra amistad cambie por esto, no tengo ningún miedo y te puedo asegurar que vuestro secreto está a salvo conmigo, sólo permíteme ser tu amiga.-Dijo en un susurro.
-No sabes lo que dices.-Le dije fríamente.
-Tal vez.-Sonrió mirándome tímidamente a los ojos.-Conocerte más a fondo será todo un desafío para mí.-Dijo ensanchando su sonrisa.
-En cambio, yo no sé nada de ti.-Dije sin cambiar mi expresión, dura como el acero.
-Supongo que tenemos tiempo para conocernos mejor.-Contestó retirándose los cabellos con una mano.
-He de irme, a sido un placer volver a verte.-Me despedí.
-El placer a sido mío Brandom, gracias por tu amistad.-Contestó volviendo a sonreír.
Tiré suavemente de las riendas y ordené a Fénix emprender al galope hasta la mansión, por más que me esforzaba entrar en la mente de Karisma más me agotaba, ahora mi prioridad era hablar con mi padre.
Al llegar a la enorme verja ésta se abrió para recibirme el mayordomo que esperaba desde el otro lado.
-August.-Dije bajando de mi caballo para darle las riendas.
-Jóven.-Contestó inclinando la cabeza.-Yo me ocupo.-Dijo inmediatamente.
-August, ¿sabe si el señor se encuentra en la mansión?.-Pregunté arreglando mi atuendo.
-El señor Akerman salió de viaje y mencionó que regresaría a medianoche. –Contestó.-¿Se le ofrece alguna cosa más jóven?.-Preguntó amablemente.
-No, gracias August puede retirarse.-Contesté mirando fijamente la entrada de la casa.
Suponía que mi padre no se encontraba en la mansión, pues su olor no se percibió en varios kilómetros a la redonda, una lástima, tenía tantas cosas que preguntarle…
Antes de que pudiera llegar a las escaleras para encontrarme cara a cara con la puerta, el ama de llaves me recibió con una amplia sonrisa.
-Buenas tardes señor.-Saludó inclinando la cabeza.
-Buenas tardes Dorothy.-Contesté con media sonrisa.
-¿Le preparo un baño señor?.-Preguntó cuando cerró la puerta detrás de mí.
-No Dorothy, muy amable.-Contesté subiendo las escaleras.
Near salió de la sala de estar que estaba situada abajo en la parte de la derecha y su sonrisa burlona me hizo detener en las escaleras.
-¿Puedo saber a dónde te diriges hermano?.-Preguntó dando un sorbo de su copa.
-¿Y yo puedo saber a que se debe esa cara de felicidad?.-Pregunté.
-Por supuesto.-Contestó avanzando para detenerse justo en el centro del recibidor.-Se debe a que por fin terminaste con esa locura de seguir enamorado de una estúpida humana.-Sonrió.-¿Te parece suficiente motivo?.-Dijo terminando de un sorbo su copa ensangrentada.
-¡Eres un desgraciado!.-Grité con rabia.
Bajé las escaleras sin rozar apenas el suelo y me puse a su altura dejando ver mis dientes.
-¡Por favor señores no discutan!.-Suplicó el ama de llaves.
-¡Cállate!.-Grito Near mirándola fijamente a los ojos.-Tú no eres nadie para prohibir nada, ve a ocuparte de otras cosas.-La ordenó.
-¡No la trates así!.-Grité agarrando su camisa con los puños.-No tienes ningún derecho a tratar a los demás como lo haces.-Dije mirando a sus ojos enfurecidos.-Dorothy, por favor déjanos solos.-La ordené sin mirarla.
Cuando el ama de llaves desapareció Near se libró de mis manos con rapidez y acto seguido pasó una mano por sus cabellos rojizos.
-¿Y cómo se supone que tengo que tratar a los demás?.-Preguntó volviendo a sonreír.-¿Con compasión?.-Se burló.-Si hoy no hubieses aparecido en el bosque, hubiera devorado sin compasión a la hermanita de Liz.-Dijo entrecerrando sus ojos.
Me abalancé sobre él y mi mano se cerró alrededor de su cuello con fuerza, me puse lo bastante cerca de su rostro y mis ojos se tornaron de color oscuro.
-No vuelvas a molestarlas, por que de ser así querido hermano, no tendré más remedio que matarte.-Le amenacé.
Sus ojos inyectados en sangre me miraron con fiereza, aún así no desapareció aquella sonrisa sarcástica.
-¿Me estás amenazando?.-Preguntó.
Sonreí con ganas mientras recuperaba la respiración y poco a poco volví a mi posición liberándolo de mis garras.
-Tómatelo así, porque es exactamente lo que e querido transmitirte.-Contesté.
-Si no le he dicho nada a nuestro padre acerca de tus escapadas para ir a verla es por que en el fondo te aprecio.-Dijo arreglando su atuendo.
-A mí no puedes engañarme, si no lo hiciste es porque tienes miedo de que descubra que salisteis de caza sin su consentimiento.-Dije dándole la espalda para dirigirme al piso superior.
Una vez me hallé en el corredor que llevaba a mi dormitorio, pude escuchar el estruendo que causó una copa de cristal al impactar contra el suelo, supuse que había sido Near al descargar su rabia entonces vi a mi hermana salir de su habitación con la respiración agitada.
-Brandom.-Dijo al verme.
Se acercó hasta mí agarrando sus vestidos de color rubí y mostró una expresión de indignación.
-¿Otra vez habéis discutido?.-Preguntó.
-Con nuestro hermano no se puede mantener una conversación civilizada.-Suspiré.
-¿Sabes dónde fue padre?.-Pregunté frunciendo el ceño.-Últimamente sale mucho de viaje.-Dije mirando el rostro de mi hermana.
-Se marchó a Greenwich con Estefi y su esposo.-Contestó cruzándose de brazos.
-Greenwich.-Susurré con el ceño fruncido.-¿Y te dijo para qué?.-Pregunté.
-Últimamente las cosas se han vuelto un tanto delicadas por la ciudad, no podemos cazar hasta que todo se haya tranquilizado un poco.-Comenzó a decir.-Nuestras reservas en la bodega están agotándose y se marcharon con el fin de traer más sangre.-Suspiró con dificultad.
-¿Mary estás bien?.-Pregunté preocupado al ver su rostro.
Asintió con la cabeza mostrando una pequeña sonrisa y acarició mi rostro con suavidad.
-Yo hubiera querido acompañarles pero me encontré un poco débil.-Contestó.-Volverán a medianoche.-Añadió.
-Ve a tu dormitorio.-La ordené.-Te traeré sangre.
-Brandom, no podemos acabar con lo poco que tenemos en la bodega.-Dijo.
-Y yo no consentiré que enfermes Mary, ve a tu dormitorio por favor.-Insistí.
Mi hermana obedeció y se dirigió a su dormitorio donde se recostó de medio lado en la cama.
-Enseguida vuelvo.-Dije.
Cerré la puerta y me dirigí a toda prisa a la bodega, podía percibir el olor que desprendía eso hacía que mi garganta ardiera de sed, al abrir la puerta esta chirrió de tal modo que hizo daño a mis oídos sensibles.
Bajé a toda velocidad por las escaleras y tomé un poco de sangre de uno de los jarros de barro que allí se encontraban, unos pasos crujieron los peldaños de la vieja escalera de madera, me obligó a mirar hacia atrás y allí se encontraba mi querido hermano plantado en el umbral.
-No vengo a pelear.-Dijo poniendo sus manos en alto.
-Entonces si no vienes a eso te voy a pedir que me dejes solo.-Dije duramente.
-Brandom,sé que tu y yo no nos hemos llevado tan bien como quisiéramos, y lo poco bien que nos hemos llevado terminó por destruirlo aquella…-se detuvo para pensarlo mejor.-Aquella humana.
-¿Has venido sólo a decirme eso Near?.-Pregunté extrañado.
-No, ¿tienes alguna idea de quién sucederá a padre cuando él falte?.-Preguntó frunciendo el ceño.
-No tengo la más mínima idea, pero eso jamás ocurrirá.-Contesté.-Padre nunca dejará a cargo de nadie sus tierras, herencias y conocimientos.-Añadí.
Near aspiró llenando por completo sus pulmones y dejó salir el aire lentamente.
-¿Y cómo es que estás tan seguro de ello?.-Preguntó entrecerrando sus ojos.
-Porque ya estamos muertos, ¿recuerdas?, padre nunca faltará.-Dije.-Ahora si me disculpas, tengo que ir a llevar sangre a nuestra hermana.-Me despedí dejándole atrás.
-Te recuerdo que los vampiros también podemos morir.-Se apresuró a decir.
-Cierto, por falta de sangre o decapitándonos y reducirnos a cenizas.-Recordé.-Pero, ¿tú no harías eso para conseguir tus propósitos verdad Near?.-Pregunté con media sonrisa.-¿O sí?.-Dudé intentando averiguar sus pensamientos a los cuales me sentí aliviado al ver que no era tal y como lo dije.
Negó con la cabeza y esbozó una gran sonrisa dejando ver sus dientes.
-Si así fuera, ¿no crees que al ser el hermano mayor llevaría bien su posición?.-Preguntó sonriendo entre dientes.
-Near, se trata de que la especie perdure, no que se destruya con tus fines.-Sonreí.
Mi hermano borró aquella sonrisa y endureció su mandíbula apretando fuertemente sus puños, le volví a dar la espalda y salí de la bodega para dirigirme al dormitorio de Mary.
Una vez en la puerta toqué con mis nudillos y mi hermana me invitó a entrar con un tono de voz apagado.
-Vuestras discusiones me agotan.-Dijo con un hilo de voz.
-Lo siento Mary, ten bebe un poco te sentirás mucho mejor.-Dije ayudándola a incorporarse.
Mi hermana tomó la jarra de barro entre sus pálidas manos y se la acercó hasta sus labios bebiendo con desesperación, su garganta iba tragando aquel sabroso líquido espeso y su cuerpo pareció fortalecerse de inmediato.
Sus ojos se abrieron por un momento y se tornaron de color oscuro mientras la observaba aliviado de ver cómo se iba recuperando.
-Mary si sientes la necesidad de beber, no te prives de hacerlo sólo porque haya poco para todos.-Dije sentándome a su lado.
-Brandom sabes que yo haría cualquier cosa por vosotros, si queda poco, antes de mí están más miembros de mi familia que también lo necesitan.-Contestó limpiando las comisuras de sus labios.
Acto seguido estiró su mano para ofrecerme aquella jarra de barro a la cual me negué aceptar volviéndola a poner en sus frías manos.
-Cuando llegué del funeral, vi que Near estaba bebiendo, él no se detuvo a pensar que tú también necesitabas beber.-Dije.
-¿Porqué Near es tan diferente a nosotros?.-Preguntó apoyando su cabeza en el cabecero de su cama.
-Supongo que tiene una manera de ver las cosas distinta a nosotros.-Contesté acariciando su pálida mano.
-Un momento.-Dijo frunciendo el ceño volviendo a incorporarse para dejar aquella jarra sobre una mesita auxiliar.-¿Qué funeral?.-Preguntó extrañada.
Cuando llegué de Cambidge, intenté por todos los medios ocultar a Mary lo que sucedió en aquél espantoso vagón, cuando Near, Estefi y su esposo acabaron con toda forma de vida e iban a acabar también con Liz.
Me puse en pié para dirigirme al ventanal mientras que mi hermana miraba con ojos confusos buscando todo tipo de respuestas e intentó introducirse en mis pensamientos para buscar alguna explicación a la cual, dejé que entrase en aquellos recuerdos.
Segundos después mi mirada se cruzó con la suya y se llevó las manos al rostro horrorizada.
-No puede ser, ¡lo sabe Brandom!.-Exclamó.
Siseé llevando un dedo a mis labios a lo que respondió asintiendo con la cabeza.
-¿Cómo es posible, que ocurrirá ahora?.-Preguntó levantándose de un brinco.-Se lo dirá a todo el mundo, nos matarán tenemos que irnos de Londres.-Dijo angustiada.
-Cálmate Mary, sabía que no era una buena idea que vieras todo eso.-Dije en voz baja.-Puedes estar tranquila, Liz nunca dirá nada te lo prometo.-La tranquilicé.
-¿Cómo estás tan seguro?.-Volvió a preguntar.-Los demás han matado a su tío Brandom y ella lo sabe, no descansará hasta que los culpables paguen por ello.-Afirmó.
-Mary, confía en mí.-Me apresuré a decir.-Te ruego que no le digas nada a nuestro padre, todo esto podría acabar mucho peor.-Añadí.
Mi hermana caminó lentamente de un lado a otro del dormitorio con las manos sobre su rostro intentando calmar su respiración agitada.
-Han llegado demasiado lejos, te dije que si seguías viendo a esa humana te traería problemas y no quisiste escucharme.-Dijo negando con la cabeza.
Me acerqué hasta ella y la abracé con fuerza.
-¿Lo sientes Mary?.-Dije cerrando mis ojos.-¿Puedes sentir lo que yo siento?.-Susurré.
Mi hermana cerró sus ojos y sus brazos se cerraron alrededor de mi cintura mientras que su respiración se fue normalizando, en aquel abrazo le pude transmitir todos los sentimientos que guardaba en mi interior por aquella indefensa humana.
-Es hermoso…-Susurró.
Pude notar como percibió el amor que ella sentía por mí al igual que sentimientos tristes cuando decidió dejarme a un lado para ser feliz con su vida humana, una vida que yo anhelaba pero que jamás podría ser posible.
El cuerpo de Mary se estremeció entre mis brazos y su respiración era ahogada, su ceño estaba fruncido y sus parpados fuertemente cerrados impidiendo que algo doloroso asomara tras sus ojos.
-¿Qué es esto que siento, porqué estoy tan triste?.-Preguntó.
-Son sentimientos Mary.-Contesté liberándola de mis brazos.
-He tenido una sensación muy extraña, muy familiar.-Dijo angustiada.-No creo que esto que se hace llamar sentimientos traiga nada bueno Brandom.
-Lo sé.-Contesté de inmediato.-Los fríos no tenemos derecho a sentir.-Añadí dirigiéndome de nuevo al ventanal donde la tarde comenzó a oscurecer el cielo.
-Eso no es del todo cierto.-Dijo acercándose a mi lado.-Sí que sentimos, pero por nosotros mismos Brandom, yo te quiero y esa es la prueba.-Sonrió acariciándome el cabello.
-Y yo a ti hermanita.-Añadí devolviendo aquella dulce sonrisa.-Tengo una duda.-Añadí volviendo a centrar mi mirada hacia el exterior.-¿Porqué padre a decidido ir el mismo en busca de sangre?.-Pregunté sin dejar de mirar nuestro amplio jardín.
-Cómo te dije no fue solo, Estefi y su esposo se marcharon con él.-Contestó.-¿Ocurre algo?.-Preguntó con el ceño fruncido.
-No.-Contesté negando lentamente con la cabeza.-Es sólo que me preocupa que salga tan a menudo de viaje, además tiene contactos que pueden ir en busca de sangre sin que tenga que marcharse, siempre lo ha hecho así.-Dije.
-Entiendo, pero nunca ha dejado de viajar.-Dijo.-¿Qué te preocupa Brandom?.-Preguntó angustiada.
-No lo sé Mary.-Contesté.
Aparté mis ojos de aquél ventanal e intenté mostrar una sonrisa a mi hermana, ni si quiera yo mismo sabía porque sentía en mi interior aquella inquietud tan desagradable cuando mi padre desaparecía de la mansión para hacer uno de sus viajes.
Tal vez fuera por el temor de no volver a verlo, o que alguien lo descubriese y destapara lo que en realidad éramos, unos seres monstruosos, vampiros sin alma ni sentimientos condenados a vivir en una eterna oscuridad, unos devoradores de hombres. El rumor iría de boca en boca hasta extenderse por toda la tierra, con esa leyenda alimentaría las mentes de los escritores para plasmarlas en sus hojas sin saber, que existió un vampiro que quería ser diferente a los demás.
Un ser que quería amar y ser amado, un vampiro que quería ser reconocido por cómo era y no juzgarlo por su naturaleza, un ser que buscaba el perdón de dios por nacer como un monstruo y una vida humana a la que jamás podía aspirar.
-Brandom.-Susurró mi hermana.
Asentí con la cabeza y suspiré pesadamente.
-Lo sé Mary, sé que pensar en voz alta es peligroso.-Dije.
Fruncí el ceño y acto seguido aparté la mirada del exterior para encontrarme con los ojos inquietos de Mary.
-¿Ocurre algo?.-Preguntó.
-¿Sabes si padre invitó a Karisma hoy?.-Pregunté con preocupación.
-Ah, ya estás enterado.-Contestó apartándose del ventanal.-Padre creé que podría ser útil en nuestra familia.-Dijo.
-¿Ahora le interesan los humanos?.-Pregunté con ironía.
-No a todos Brandom.-Contestó volviéndose para encontrarse con mis ojos.-Como ya sabes padre le reveló nuestro secreto pero aún no entiendo porqué.-Dijo acariciando con suavidad su pálida barbilla.
-Ni tú ni nadie le podrá entender jamás.-Contesté.-Su mente está bloqueada todo el tiempo y es imposible saber que trae entre manos, igual pasa con esa joven.-Añadí clavando mis ojos en el suelo.
-¿Tú tampoco puedes saber que hay en su mente?.-Entrecerró sus ojos.
Negué con la cabeza y acto seguido oculté las manos en el interior de mis pantalones oscuros.
-Eso me inquieta Mary, con un vampiro es muy difícil pero cabe la posibilidad de conseguirlo.-Dije caminando hacia el otro extremo del dormitorio.
Tarareé con mis dedos la cómoda y clavé los ojos en los de mi hermana.-Pero con un humano, es imposible no lograrlo.-Añadí.
Mary inhaló una buena cantidad de aire y lo dejó salir con lentitud, sus manos estaban entrelazadas y su ceño aún permanecía fruncido permitiéndome ver en su mente lo que pensaba de aquella misteriosa joven.
-Mary, que no podamos ver sus pensamientos no significa que ella sea una mala persona.-Dije sonriendo entre dientes.-Es bastante agradable hablar con ella.-Añadí abriendo la puerta del dormitorio.
-¿Agradable?.-Preguntó alzando una ceja.-No me gusta.-Añadió.
Sonreí entre dientes atravesando la puerta y le dediqué una última mirada.
-Voy a darme un baño, te veré más tarde.-Dije cerrando la puerta detrás de mí.
Mi sonrisa se desvaneció cuando recordé la cara aniñada de Liz, el dolor de su corazón retumbaba dentro de mi cuerpo y me hacía sentir impotente de no poder aliviarlo.
Caminé por encima de aquella esponjosa alfombra roja del corredor para dirigirme a las escaleras.
Bajé por ellas y Dorothy estaba justo abajo esperando que llegara a su altura, una sonrisa dibujaron sus labios dejando ver aquellas simpáticas arrugas que me gustaba tanto ver.
-¿Señor desea alguna cosa?.-Preguntó.
-¿Podría prepararme un baño fresco Dorothy?.
-Por supuesto joven.-Contestó inclinando la cabeza.-Si me permite señor,-dijo cuando se encontró con mis ojos.-¿por qué tiene esa mirada tan triste?.-Preguntó en voz baja.
Bajé los dos últimos escalones, sonreí aquella mujer que era como una madre para mí y pasé un brazo por encima de sus hombros frotando su brazo con cariño.
-A usted no la puedo mentir Dorothy.-Dije.
-Por favor joven, sabe que es cómo si fuese un hijo para mí, no me llame de usted.-Me pidió besando mi mano.
Sonreí con ganas encontrándome con sus enormes ojos color castaño.
-Sólo si no me llama señor.-Contesté volviendo a sonreír.
Caminé junto a Dorothy hasta llegar a una de las salas atravesando la puerta.
Me acomodé en uno de los sofás de color verde apoyando mi cabeza en el respaldo de éste.
Cerré los ojos y al abrirlos Dorothy permanecía cerca de la puerta con las manos entrelazadas esperando una contestación.
-Dorothy, ¿qué se siente al estar enamorado?.-Pregunté volviendo apoyar la cabeza sobre aquél sofá cerrando mis ojos.
-¡Ay joven!.-Exclamó ruborizada.-Hace años que no e sentido ese afecto por nadie.-Dijo.
Abrí los ojos para encontrarme con los suyos y en ellos pude ver un brillo especial.
-Pero cuando era joven, hubo un hombre que despertó en mí esos sentimientos, y me enamoré perdidamente de él.-Añadió llevando su mano al pecho.
-¿Llegaron a contraer matrimonio?.-Pregunté con interés.
Las relaciones de humanos siempre me llenaron de curiosidad, pero desde que conocí a Elizabeth ese deseo de saber más me atraía pues recientemente acababa de descubrir que lo que sentía en mi interior era lo que los humanos llamaban “amor”.
-No joven.-Contestó con la mirada perdida. -Él era un muchacho de buena posición y yo sólo una campesina que lo único que sabía hacer era servir a los demás.-Añadió con cierta tristeza.
-No sólo eres una mujer que lo único que sabía hacer es servir.-Dije buscando sus ojos.
Me puse en pié y me acerqué hasta ella para tomarla por la barbilla.-Eres también la madre que nunca e tenido.-Añadí con una sonrisa cuando sus ojos se encontraron con los míos.
-Gracias mi niño,¿sabe?, le quiero mucho.-Sonrió con lágrimas en los ojos.
Aquellas lágrimas eran las primeras que veía en Dorothy, me parecía fascinante el sentimiento de amor de los humanos, un sentimiento que mi cuerpo notaba también, algo muy similar al de ellos.-Joven, perdone mi indiscreción pero, ¿porqué me lo ha preguntado?, ¿está enamorado?.-Preguntó con interés.
-Lo estoy, siento cosas que jamás había sentido anteriormente por alguien.-Dije con una media sonrisa.
De nuevo me dirigí al sofá mientras que el ama de llaves limpiaba sus lágrimas con un pañuelo blanco.
-¿Y se puede saber quien es la afortunada joven?.-Preguntó.
Apoyé la cabeza sobre el respaldo del sofá y cerré mis ojos de nuevo, el hecho de pensar en ella me trasmitía todo tipo de sentimientos contradictorios, amor, protección, ternura y un deseo voraz sobre su sangre.
-¿Afortunada?, no Dorothy.-Dije con un hilo de voz.-Afortunada será si permanece lejos de mí.-Añadí cerrando fuertemente mis puños sobre los brazos de aquel esponjoso sofá.
-No le entiendo joven,-Dijo confusa.
-No es como yo, es humana.-Me apresuré a decir.
Abrí los ojos para encontrar la mirada de Dorothy y en ellos había cierta preocupación.
-Si, va en contra de las normas pero no puedo evitar amarla.-Dije al ver sus temidos pensamientos.-De todas maneras Dorothy, no quiero que termine con un monstruo como yo.-Añadí.
-Joven, usted no es ningún monstruo.-Dijo con dolor en sus ojos.-A diferencia de su hermano si me permite, usted es diferente.-Añadió dando un paso hacia delante.
Quería ser diferente pero lo cierto era que no podía serlo, había nacido como un monstruo y permanecería así para toda la eternidad, demasiado tiempo incluso para un vampiro.
-Gracias por sus palabras Dorothy.-Le agradecí.
-Joven, ¿la humana que mencionó es de aquí, de Londres?.-Preguntó preocupada por mi respuesta.
-Si, es la hija mayor del artesano.-Contesté sin problema.-Los Jenzen.-Me apresuré a decir.
El ama de llaves clavó sus ojos en el techo intentando recordar ese apellido, acto seguido sus labios se despegaron y sus ojos buscaron rápidamente los míos.
-Si, recuerdo que la señorita Jenzen y su padre estuvieron hablando con el señor acerca de una entrega que tenía que hacerle.-Dijo.-Es una joven muy hermosa.-Añadió con media sonrisa.
Sus palabras hicieron que un suspiro saliese de lo más profundo de mi ser, Dorothy estaba en lo cierto, aquella criatura era el ser más bello que me había cruzado a lo largo de mi existencia.
Pero lo que amaba de Liz no era algo que se pudiera ver ni tocar, no era algo que tuviese sabor ni color, lo que amaba era la belleza de su alma.
-Me apresuraré a prepararle el baño joven.-Dijo inclinando su cabeza para después desaparecer de la sala.
-Gracias Dorothy.-Dije.
El ama de llaves se giró para dedicarme una de sus mejores sonrisas y desapareció ante mis ojos.
La noche comenzó a entrar por los amplios ventanales de la sala en la que me encontraba, en la mansión reinaba un silencio profundo y era extraño pues Near era el que más se hacía oír.
Mis dedos buscaron encima de una mesita situada a mi izquierda la rueda de una lámpara, la giré y la luz de ésta iluminó parte de la estancia.
Me relajé de nuevo en el sofá y mi mente comenzó a crear el recuerdo de mis labios sobre los de Liz, esos labios cálidos que ardieron cuando se pusieron en contacto con los míos.
Otro suspiró salió desde mi interior, un suspiro largo y pesado cuando comencé a sentir la necesidad de ir a verla, saber que se encontraba bien, abrazarla contra mi pecho para sentir su palpitante corazón y besar de nuevo aquellos dulces labios.
El dolor que sentía por la muerte de su tío me torturaba, recordé su mirada perdida en aquél panteón pidiendo una y otra vez disculpas por su muerte cómo si ella fuese culpable.
Yo podía haber evitado aquél desastre si no hubiese quebrantado las normas, y una de ellas era no dejarla vivir después de que supiese lo que en realidad éramos, entonces hubiera seguido siendo un desastre no sólo mataría a la hija de los Jenzen, a los que sufririan igualmente su pérdida si no que con ella, me dejaría morir para reunirnos en algún lugar, un lugar donde mi alma quedase perdonada.
Negué con la cabeza e intenté borrar ese terrible pensamiento, no quería pensar que la hubiera podido perder, por suerte todo había terminado, sacrificando nuestro amor Elizabeth tendría la oportunidad de seguir viviendo y eso era algo que me tranquilizaba aunque no me parecía justo.
De todas maneras éramos especies distintas, el cazador y el cazado, una mala combinación que ante los ojos de mi especie siempre se vio como una abominación.
¿Cómo podía ser abominable el amor entre especies diferentes?, por más que buscaba una respuesta era inútil encontrarla.
Yo seguiría siendo su salvador, seguiría protegiéndola a como diera lugar, seguiría amándola en silencio con desesperación y no me privaría de ver a diario su dulce rostro, pues era lo que había necesitado desde que nuestros caminos se cruzaron.
Lo único que me podía permitir era seguir estando ahí para ella, observándola siempre desde las sombras.

jueves, 3 de marzo de 2011

†Capítulo 21-El funeral†

-¡Elizabeth!.-Gritó mi madre al verme entrar por la puerta.-Cámbiate enseguida, mira como vienes, quítate la ropa antes de que cojas frío.-Me ordenó.-¿Qué tienes en la mano?.-Preguntó con el ceño fruncido.
-Es un regalo que un amigo me dio por mi cumpleaños.-Contesté apretándolo con fuerza dentro de mi mano.
-¿Es de Brandom verdad, puedo verlo?.-Preguntó mi hermana.
Mi padre se puso en pié de su sofá y se dirigió hacia a mí con el ceño fruncido.
-¿Quién es ese muchacho, acaso es el hijo del señor Akerman?.-Preguntó mirándome fijamente a los ojos.
Fulminé a mi hermana con la mirada y un suspiro salió de lo más profundo de mi alma, no sabía que contestar.
Por otra parte me daba miedo que mi hermana les hubiese contado que fueron a recogerla a casa de su amiga y que Brandom tenía intención de traerla, no me apetecía que mis padres estuviesen enterados pues aumentaría más su preocupación.
-Sí papá.-Contesté al fin.-Sólo a querido tener un detalle conmigo, nos llevamos bien.
Mi padre volvió a su sitio habitual y volvió a cruzar la mirada con migo.
-Entiendo, Liz, tal vez pienses que ahora con diecisiete años tienes edad para que los muchachos te pretendan pero escúchame bien, ten cuidado de a quien le das tu corazón.-Me aconsejó.
Volví apretar mi puño con fuerza y una sonrisa amarga dibujaron mis labios.
-Papá, no tienes que preocuparte por eso, Brandom y yo solo tenemos una amistad.-Contesté amargamente.
Mi madre acarició mi brazo con cariño y tomó mi mano abriendo con delicadeza mis dedos, dejando al descubierto un medallón plateado con una hermosa flor roja sobre un fondo oscuro, era realmente precioso.
-Cielo santo, que medallón más hermoso.-Dijo mi madre.
-¡Quiero verlo, quiero verlo!.-Gritó Amelia dando saltos de impaciencia.
Mi hermana se puso de puntillas y estiró mi mano para poder verlo mejor, sus ojos castaños se iluminaron cuando vio aquella maravillosa joya.
-Que bonito Liz, ha debido de costarle mucho.-Dijo sin dejar de mirar aquél medallón.
Me sumergí en mis pensamientos por un momento cuando Brandom lo puso delicadamente en mis manos…
-“Por cierto Liz.-Dijo mi salvador liberándome de sus brazos.-Hace unos días fui a la joyería de tu tío y…-se detuvo para meter la mano en su pantalón oscuro buscando algo.-Felíz cumpleaños.-Sonrió y acto seguido tomó mi mano para dejar sobre ella aquella preciosa joya.
-No se que decir Brandom.-Dije con un hilo de voz a la vez que lágrimas siguieron inundando mi rostro.
-Di que te gusta al menos.-Recomendó.
-Por supuesto que me gusta, es precioso de verdad, pero no puedo aceptarlo, no después de terminar así.-Dije.
-Liz, por favor no lo tomes como un compromiso.-Dijo.-Tómalo como un regalo de cumpleaños que te hace un amigo.
-Un amigo.-Repetí mirando el medallón.
-Brandom no se sí solo puedo verte así, como un amigo. Yo te quiero y eso es algo que ninguno de los dos llevaremos bien.”-Dije mirando aquellos profundos ojos del color de la miel.
-Elizabeth.-Me interrumpió una voz.
-Tienes razón mamá, voy a cambiarme.-Dije sin saber si me habían hecho una pregunta.-¿Amelia, vienes conmigo?.-Pregunté con el fin de hablar a solas con ella.
-Claro. -Contestó.
Nos dirigimos a mi habitación y cuando entramos en ella cerré la puerta detrás de mi.
-Amelia, ¿no te había dicho que no quiero que se enteren papá y mamá de lo que ocurrió?.-Pregunté en un susurro.
-No les he dicho nada, ¿a que te refieres?.-Dijo frunciendo el ceño mientras se dirigía a la cama para sentarse.
-Me refiero a que mencionaste a Brandom.
-¿Y qué tiene de malo?.-Preguntó moviendo sus piernas en el aire.
Me quedé pensativa por un momento y acto seguida suspiré.
-Nada, es solo que no quiero que sepan que nos vemos eso es todo.-Contesté dejando mi cuerpo desnudo.
-¿Porqué?.-Preguntó.
No podía contestar sinceramente y sus preguntas me estuvieron empezando a incomodar.
-Por que no, me da mucha vergüenza.-Mentí.-Cuando seas un poco mayor lo comprenderás, ¿me queda bien este?.-Pregunté para dirigir la conversación hacia otro lado.
-Si, ¿te pongo tu medallón?.-Preguntó con una sonrisita graciosa.
Le dediqué otra y le di la espalda para que me lo abrochase.
-Liz, ¿tú le quieres?.-Preguntó.
Llené de aire mis pulmones y permanecí en silencio sin contestar, bajé la mirada hasta el medallón y lo acaricié con la punta de mis dedos, el dolor de mi corazón era tan grande que no pude evitar las lágrimas.
Pasé las manos por mi rostro antes de mirar a mi hermana y cuando nuestras miradas se cruzaron sonreí con ganas.
-Ya he dicho que sólo somos amigos Amelia.-Contesté después de unos largos segundos.-Pero a ti no te puedo mentir, si que le quiero, le quiero mucho.-Sonreí.
-A mi me gusta que Brandom te pretenda.-Dijo muy sonriente.
-¿Y cómo sabias tú eso?.-Pregunté frunciendo el ceño.
-Una chica sabe esa clase de cosas.-Sonrió con ganas.
Las comisuras de mis labios cayeron hacia abajo cuando recordé haber renunciado a él por temor.
Mi corazón siguió amándolo desesperadamente pero en él también habitaba el miedo, miedo a lo desconocido y a lo peligroso.
Llevé una mano a mis labios recordando el dulce sabor que Brandom dejó en ellos, todavía habían tantas cosas por hablar y decirnos que me enfadé conmigo misma al echarlo todo a perder.
Pero de nada serviría arrepentirse ahora, las cosas habían llegado demasiado lejos y aquella ilusión de estar juntos se fue como el humo de un cigarrillo.
Faltaban pocas horas por el funeral del tío Zack, mi padre mantenía su mirada perdida allá donde estuviese, cuando me cruzaba con sus ojos sentía esa culpabilidad en mi interior y se agravaba aún más cuando me estrechaba entre sus brazos.
-Te ves, hermosa.-Dijo mi padre cuando bajé por las escaleras en compañía de Amelia.-Y tu también mi pequeña princesa.-Corrigió a tiempo.
-No me pongo estos vestidos oscuros porque a mamá no le agradan.-Dije pasando las palmas de las manos por ellos.
-En mi opinión son muy elegantes, pero es cierto lo que dice tu madre, el color oscuro siempre está relacionado con la muerte.-Dijo apenado.
Sus ojos se clavaron en mi hermana pequeña que le miraba con una expresión triste y los labios de papá dibujaron una sonrisa forzada.
-No estés triste mi pequeña.-Dijo poniéndose en cuclillas para estar a su altura.
-Papá, no puedo verte así.-Se apresuró a decir con la voz temblorosa.
-Amelia, poniéndonos nosotras tristes no ayudaremos en nada a papá.-La interrumpí al ver a mi padre más abatido.-¿Porqué no vas a mirar a ver si mamá ya está lista?.-Pregunté con el fin de que se marchase.
Amelia salió del salón sin rechistar y subió las escaleras pesadamente acariciando con su mano la barandilla de madera.
Mi padre se puso en pié y caminó hasta una de las ventanas que daban al exterior de nuestra casa, observaba a lo lejos y lágrimas comenzaron a inundar su rostro roto por el dolor.
-Papá…-Susurré acercándome hacia el por detrás rodeando su cintura con mis brazos.-Por favor no te tortures más no puedo soportarlo.-Dije con un hilo de voz.
Su rostro cayó hacia abajo y sus manos se posaron sobre las mías dándome palmadas suaves.
-Lo siento hija, pero no puedo evitarlo.-Se disculpó dando un largo suspiro.
-Te entiendo papá, era tu hermano es lógico que te sientas así, pero mírame.-Dije obligándole a darle la vuelta.
-El tío Zack no querría verte así, ya sabes cómo era de fanfarrón y el buen humor que muy pocas personas tienen.-Dije intentando arrancarle una sonrisa, y lo conseguí.
-Tienes razón, no querría que nos despidiésemos de él con tristeza.-Contestó con una sonrisa mientras se limpiaba aquellas lágrimas de sus ojos.
-Recuerdo tantos buenos momentos con tu tío Liz.-Añadió volviendo a sonreír.
-Eso es lo que hay que recordar papá, los buenos momentos vividos y no como nos dejó, porque el siempre vivirá con nosotros.-Dije pasando mi mano por su rostro.
-Gracias hija, de veras me siento mucho mejor.-Agradeció volviendo a regalarme una hermosa sonrisa.-No se que haría sin ti.-Añadió acariciando mis cabellos.
-Pues…-Comencé a decir.-Muchas cosas papá.-Bromeé.-Pero llorar nunca, a mí tampoco me gustaría verte tan triste si fueras a despedirme.-Dije haciendo un mohín.
-No digas eso Elizabeth, jamás podría despedirme de ti.-Se apresuró a decir dándome un abrazo.
-Claro que no papá, de todas maneras tampoco iba a ser una despedida final, si no más bien un “hasta pronto”, ¿qué te parece?.-Pregunté regalándole una sonrisa.
-Mucho mejor Liz.-Sonrió.
-¡Papá,papá!.-Gritó Amelia desde arriba.
-¿Va todo bien?.-Preguntó mi padre mirando hacia la parte de arriba donde Amelia estaba asomada tras la barandilla de madera.
-Si, pero quería decirte si puedo llevarle al tío Zack un osito de peluche que le gustaba mucho, siempre que lo veía me lo quería quitar, así que me gustaría poder regalárselo antes de que se marche al cielo.-Dijo con expresión triste.
Mi padre cruzó su mirada con la mía y acto seguido mostró una sonrisa distinta a mi hermana.
-Claro que puedes Amelia, al tío Zack le encantará tu regalo.-Dijo.
Amelia le devolvió aquella sonrisa y desapareció de nuestra vista.
-Date prisa Amy, nos tenemos que marchar ya.-Anunció mi madre que bajaba por las escaleras.
Su vestido oscuro le llegaba hasta los pies como una cascada negra, el cuello estaba cubierto por una fina tela bordada de color blanco y su cabello estaba recogido por un moño.
-Odio estos vestidos.-Se quejó.
Se dirigió a mi padre para colocar el cuello de su camisa y acto seguido dejó que sus manos descansaran en sus hombros.
-Te quiero.-Dijo mi padre besando cariñosamente su mejilla.
Mi madre extendió sus brazos y mi padre se acurrucó en ellos buscando su cariño, hacían una pareja tan hermosa, por un momento vi en ellos el amor que Brandom y yo teníamos.
Un amor que aunque hoy se hubiera terminado, siempre permanecería vivo en mi corazón, les di la espalda para dirigirme hacia la ventana, el cielo estaba encapotado.
Parecía como si nuevamente quisiera comenzar a llover, las nubes se movían aceleradamente como si quisieran buscar un sitio específico para estallar su rabia y ese lugar parecía estar encima de nuestra casa, pues varias gotas comenzaron a impactar contra los cristales de las ventanas.
Amelia bajó las escaleras con un osito de peluche de color blanco, lo escondía bajo su brazo y fue corriendo para mostrárselo a mi padre.
-Es muy bonito Amy, no me extraña que el tío Zack se pusiera pesado contigo por obtenerlo.-Dijo ensanchando su sonrisa.
-Será mejor que nos marchemos, Liz ¿puedes coger los paraguas?.-Preguntó mamá abriendo la puerta principal.
-Claro mamá.-Contesté.
Casi al momento aparecí junto a ellos en el porche, le di a mi padre un paraguas que compartió con mi madre, y yo me quedé otro para refugiarme de la lluvia junto con Amelia.
-¿Jeremy, avisaste a todos para que asistan a la ceremonia?.-Preguntó mi madre una vez nos hayamos dentro de la camioneta.
Mi padre arrancó y asintió con la cabeza sin decir ni una palabra, las gotas de lluvia impactaron con violencia sobre los cristales de la camioneta lo cual era casi nula la visibilidad.
Seguimos avanzando por el camino de tierra cuando la lluvia cesó, el sol se asomaba a lo lejos débilmente, pues las grisáceas nubes lo ocultaban y no lo dejaron salir completamente.
Al terminar el camino de tierra que llevaba directamente a la ciudad, nos desviamos por otro camino que era desconocido para mí, aquél camino debía de conducir al cementerio donde los demás estarían esperando nuestra llegada.
A través de los robustos árboles se podía apreciar unas verjas altas de color oscuro,al fondo lápidas y panteones de piedra con cuervos sobrevolando los pinos o posados en las enormes cruces.
Pude divisar a bastantes personas, todas tenían algo en común iban vestidos del color de la muerte, un negro vacío.
Dentro del cementerio se encontraba un amplio jardín, no le daba un aspecto muy alegre pero tampoco tan sombrío, rocas amplias adornaban parte del recinto y actuaba como escudo contra el frío, se podía apreciar una brisa fresca que traía consigo el olor de todas las flores.
Al bajar de la camioneta, me fijé en un cuervo que torcía su cuello para mirarme con sus ojos negros, su pico se abría para después dar un grito en el aire y emprender el vuelo.
Los pinos cubrían todo el cementerio me resultaba difícil observar el cielo, caminamos en silencio y eché una rápida mirada a mi padre, éste pareció darse cuenta y dibujó una débil sonrisa en sus labios a la cual le respondí igualmente.
Cruzamos un viejo puente de piedra en el que un riachuelo pasaba por debajo de éste, el agua era cristalina y se podía apreciar en el fondo trozos de musgo adheridos a las rocas, delante, se encontraba una amplia fuente de piedra con dos ángeles tallados, del interior de sus bocas salía un abundante caño de agua fría llenando por completo las pilas.
A la derecha se encontraban un amplio grupo de personas, todos tenían la mirada en el suelo y llantos se podían escuchar a lo lejos, aquello me creó una sensación de ahogo en el pecho.
De repente una cara familiar se quedó mirándome, su ceño estaba fruncido y enseguida pude darme cuenta de quien se trataba.
Caminó hacia a mí esquivando las lápidas y panteones agarrando sus vestidos oscuros y avancé también hacia ella con pasos acelerados.
-Enseguida os alcanzo mamá.-Les dije.
Mi madre asintió con la cabeza y Amelia se giró para echar un último vistazo.
-Yuls.-Dije cuando estuve lo bastante cerca.-¿Qué haces aquí?.-Pregunté a la vez que nos dimos un abrazo.
-Es horrible, encontraron a Mike Collins, llevaba varias semanas desaparecido.-Dijo con cara de horror.-Se lo encontraron en el bosque cerca del claro, dicen que el cuerpo estaba mutilado.-Negó con la cabeza como si intentase sacudir ese pensamiento.
-Dios es horrible, yo recuerdo haber visto cerca del claro una tela blanca bañada en sangre.-Dije intentando recordar.-Me dirigí a casa de una amiga, escuche algo detrás de unos arbustos y…dios mío, es horrible.-Volví a repetir.-¿Le conocías?.-Pregunté con el ceño fruncido.
-Si, de echo me pretendió hace pocos meses, era…-dijo haciendo una pausa.-Era tan joven Liz, no entiendo ¿quien querría hacerle daño?.-Preguntó frustrada.
Del interior de mi pecho salió un suspiro largo y pesado, sabía perfectamente quien había podido hacerle daño, Los Akerman sin duda, pero la pregunta que me hacía era la siguiente; ¿sería Brandom el que le arrebató la vida?.
No quería pensar en ello y volví a dar a mi amiga un abrazo de consuelo, se limpió las lágrimas e inhaló aire.
-Sea lo que sea, darán con el responsable de todo esto, el departamento de policía de Londres ya está barriendo toda la ciudad y deteniendo a sospechosos, espero que los fusilen sin piedad.-Dijo con rabia y dolor en su voz.
-¿Has venido también a su funeral?.-Preguntó cogiendo un pañuelo para sonarse la nariz.
Negué con la cabeza mientras que las palabras de mi amiga rebotaron una y otra vez en el interior de mi cabeza.
-Vengo a enterrar a mi tío Zack.-Dije con la mirada perdida.
Yuls alzó la cabeza lentamente y sus ojos parecían desorbitados.
-¿Qué?, ¿tu tío Zack el joyero?.-Preguntó confundida.
Asentí con la cabeza y Yuls volvió a estrecharme entre sus brazos.-Lo lamento, lo siento mucho Liz no lo sabía, ¿estás bien?.-Preguntó angustiada.
-Sí, pero me preocupa mi padre, ya sabes lo unidos que estaban.-Dije con un hilo de voz.
-Entiendo, perder a un hermano debe de ser muy doloroso para él, ¿de qué murió?.-Preguntó una vez más.
Aquella pregunta suponía una respuesta que iba a indignar a Yuls como a cualquiera, así que preferí no contestar con la verdad, la razón era muy simple, no quería recordar nada que tuviera que ver con Los Akerman.
-Prefiero no hablar de ello Yuls, tengo que reunirme con mi familia, nos vemos otro día.-Contesté lo más rápido que pude.
-Está bien, por cierto Liz sé que no es el mejor momento pero, feliz cumpleaños.-Dijo torciendo su sonrisa.
Cerré los ojos y una sonrisa fugaz dibujaron mis labios.
-Gracias.-Le agradecí dándole un último abrazo.
Llegando al panteón donde mi tío iba a ser enterrado con mis abuelos paternos, una hilera de personas se iban acercando a mis padres y a mi hermana pequeña dando sus más sinceras condolencias.
El padre Renfield se dispuso a dar la ceremonia de despedida mientras que los demás lo escuchábamos en silencio.
El padre, era muy conocido en Londres, su capilla era la más visitada de toda la ciudad ya fueran creyentes o no, destacaba por su sabiduría y consejos útiles que les daba a los ciudadanos y la mayoria de las veces recurrían a él para pedirle ayuda económica a aquellos que no tenían nada para comer.
Nunca me había presentado a pedir sus consejos tan sabios que la gente comentaba por la ciudad,no había ido por que realmente no lo necesitaba, pero ahora que por fin lo conocía me lo estuve planteando, aunque pensándolo mejor el secreto de que Los Akerman eran vampiros debería de ser mantenido en secreto.
Cuando el padre Renfield bendijo el panteón de mármol donde se encontraba el tío Zack, apreté con fuerza la mano de mi padre, era hora de despedirse y debería de hacerlo con una sonrisa, tal y cómo él hubiese querido.
-Hasta pronto hermano.-Susurró mi padre a la vez que tomaba un puñado de tierra mojada y lo esparció por el panteón.
Al volverse para mirarme, una sonrisa dibujaron sus labios, sus ojos castaños brillaron por un momento y mi madre lo abrazó con ternura.
Me acerqué con Amelia y ésta arrojó su osito blanco de peluche en el interior, corrió hacia al lado de mis padres y lo abrazó por la cintura.
-El tío Zack debe de estar muy contento de que se lo hayas regalado Amelia.-Sonrió con ganas mientras le acarició el cabello.
Tomé una rosa del jardín cercano y me acerqué de nuevo al panteón para arrojarla.
-“Lo siento tío Zack, lo siento.”-Repetí en mi mente una y otra vez.
Me acerqué junto a mi família e íbamos recibiendo cariño por parte de familiares, amigos y ciudadanos de Londres, aquello era interminable, sólo deseaba volver a casa cuanto antes y terminar con esta pesadilla para comenzar una nueva vida.