-¡Elizabeth!.-Gritó mi madre al verme entrar por la puerta.-Cámbiate enseguida, mira como vienes, quítate la ropa antes de que cojas frío.-Me ordenó.-¿Qué tienes en la mano?.-Preguntó con el ceño fruncido.
-Es un regalo que un amigo me dio por mi cumpleaños.-Contesté apretándolo con fuerza dentro de mi mano.
-¿Es de Brandom verdad, puedo verlo?.-Preguntó mi hermana.
Mi padre se puso en pié de su sofá y se dirigió hacia a mí con el ceño fruncido.
-¿Quién es ese muchacho, acaso es el hijo del señor Akerman?.-Preguntó mirándome fijamente a los ojos.
Fulminé a mi hermana con la mirada y un suspiro salió de lo más profundo de mi alma, no sabía que contestar.
Por otra parte me daba miedo que mi hermana les hubiese contado que fueron a recogerla a casa de su amiga y que Brandom tenía intención de traerla, no me apetecía que mis padres estuviesen enterados pues aumentaría más su preocupación.
-Sí papá.-Contesté al fin.-Sólo a querido tener un detalle conmigo, nos llevamos bien.
Mi padre volvió a su sitio habitual y volvió a cruzar la mirada con migo.
-Entiendo, Liz, tal vez pienses que ahora con diecisiete años tienes edad para que los muchachos te pretendan pero escúchame bien, ten cuidado de a quien le das tu corazón.-Me aconsejó.
Volví apretar mi puño con fuerza y una sonrisa amarga dibujaron mis labios.
-Papá, no tienes que preocuparte por eso, Brandom y yo solo tenemos una amistad.-Contesté amargamente.
Mi madre acarició mi brazo con cariño y tomó mi mano abriendo con delicadeza mis dedos, dejando al descubierto un medallón plateado con una hermosa flor roja sobre un fondo oscuro, era realmente precioso.
-Cielo santo, que medallón más hermoso.-Dijo mi madre.
-¡Quiero verlo, quiero verlo!.-Gritó Amelia dando saltos de impaciencia.
Mi hermana se puso de puntillas y estiró mi mano para poder verlo mejor, sus ojos castaños se iluminaron cuando vio aquella maravillosa joya.
-Que bonito Liz, ha debido de costarle mucho.-Dijo sin dejar de mirar aquél medallón.
Me sumergí en mis pensamientos por un momento cuando Brandom lo puso delicadamente en mis manos…
-“Por cierto Liz.-Dijo mi salvador liberándome de sus brazos.-Hace unos días fui a la joyería de tu tío y…-se detuvo para meter la mano en su pantalón oscuro buscando algo.-Felíz cumpleaños.-Sonrió y acto seguido tomó mi mano para dejar sobre ella aquella preciosa joya.
-No se que decir Brandom.-Dije con un hilo de voz a la vez que lágrimas siguieron inundando mi rostro.
-Di que te gusta al menos.-Recomendó.
-Por supuesto que me gusta, es precioso de verdad, pero no puedo aceptarlo, no después de terminar así.-Dije.
-Liz, por favor no lo tomes como un compromiso.-Dijo.-Tómalo como un regalo de cumpleaños que te hace un amigo.
-Un amigo.-Repetí mirando el medallón.
-Brandom no se sí solo puedo verte así, como un amigo. Yo te quiero y eso es algo que ninguno de los dos llevaremos bien.”-Dije mirando aquellos profundos ojos del color de la miel.
-Elizabeth.-Me interrumpió una voz.
-Tienes razón mamá, voy a cambiarme.-Dije sin saber si me habían hecho una pregunta.-¿Amelia, vienes conmigo?.-Pregunté con el fin de hablar a solas con ella.
-Claro. -Contestó.
Nos dirigimos a mi habitación y cuando entramos en ella cerré la puerta detrás de mi.
-Amelia, ¿no te había dicho que no quiero que se enteren papá y mamá de lo que ocurrió?.-Pregunté en un susurro.
-No les he dicho nada, ¿a que te refieres?.-Dijo frunciendo el ceño mientras se dirigía a la cama para sentarse.
-Me refiero a que mencionaste a Brandom.
-¿Y qué tiene de malo?.-Preguntó moviendo sus piernas en el aire.
Me quedé pensativa por un momento y acto seguida suspiré.
-Nada, es solo que no quiero que sepan que nos vemos eso es todo.-Contesté dejando mi cuerpo desnudo.
-¿Porqué?.-Preguntó.
No podía contestar sinceramente y sus preguntas me estuvieron empezando a incomodar.
-Por que no, me da mucha vergüenza.-Mentí.-Cuando seas un poco mayor lo comprenderás, ¿me queda bien este?.-Pregunté para dirigir la conversación hacia otro lado.
-Si, ¿te pongo tu medallón?.-Preguntó con una sonrisita graciosa.
Le dediqué otra y le di la espalda para que me lo abrochase.
-Liz, ¿tú le quieres?.-Preguntó.
Llené de aire mis pulmones y permanecí en silencio sin contestar, bajé la mirada hasta el medallón y lo acaricié con la punta de mis dedos, el dolor de mi corazón era tan grande que no pude evitar las lágrimas.
Pasé las manos por mi rostro antes de mirar a mi hermana y cuando nuestras miradas se cruzaron sonreí con ganas.
-Ya he dicho que sólo somos amigos Amelia.-Contesté después de unos largos segundos.-Pero a ti no te puedo mentir, si que le quiero, le quiero mucho.-Sonreí.
-A mi me gusta que Brandom te pretenda.-Dijo muy sonriente.
-¿Y cómo sabias tú eso?.-Pregunté frunciendo el ceño.
-Una chica sabe esa clase de cosas.-Sonrió con ganas.
Las comisuras de mis labios cayeron hacia abajo cuando recordé haber renunciado a él por temor.
Mi corazón siguió amándolo desesperadamente pero en él también habitaba el miedo, miedo a lo desconocido y a lo peligroso.
Llevé una mano a mis labios recordando el dulce sabor que Brandom dejó en ellos, todavía habían tantas cosas por hablar y decirnos que me enfadé conmigo misma al echarlo todo a perder.
Pero de nada serviría arrepentirse ahora, las cosas habían llegado demasiado lejos y aquella ilusión de estar juntos se fue como el humo de un cigarrillo.
Faltaban pocas horas por el funeral del tío Zack, mi padre mantenía su mirada perdida allá donde estuviese, cuando me cruzaba con sus ojos sentía esa culpabilidad en mi interior y se agravaba aún más cuando me estrechaba entre sus brazos.
-Te ves, hermosa.-Dijo mi padre cuando bajé por las escaleras en compañía de Amelia.-Y tu también mi pequeña princesa.-Corrigió a tiempo.
-No me pongo estos vestidos oscuros porque a mamá no le agradan.-Dije pasando las palmas de las manos por ellos.
-En mi opinión son muy elegantes, pero es cierto lo que dice tu madre, el color oscuro siempre está relacionado con la muerte.-Dijo apenado.
Sus ojos se clavaron en mi hermana pequeña que le miraba con una expresión triste y los labios de papá dibujaron una sonrisa forzada.
-No estés triste mi pequeña.-Dijo poniéndose en cuclillas para estar a su altura.
-Papá, no puedo verte así.-Se apresuró a decir con la voz temblorosa.
-Amelia, poniéndonos nosotras tristes no ayudaremos en nada a papá.-La interrumpí al ver a mi padre más abatido.-¿Porqué no vas a mirar a ver si mamá ya está lista?.-Pregunté con el fin de que se marchase.
Amelia salió del salón sin rechistar y subió las escaleras pesadamente acariciando con su mano la barandilla de madera.
Mi padre se puso en pié y caminó hasta una de las ventanas que daban al exterior de nuestra casa, observaba a lo lejos y lágrimas comenzaron a inundar su rostro roto por el dolor.
-Papá…-Susurré acercándome hacia el por detrás rodeando su cintura con mis brazos.-Por favor no te tortures más no puedo soportarlo.-Dije con un hilo de voz.
Su rostro cayó hacia abajo y sus manos se posaron sobre las mías dándome palmadas suaves.
-Lo siento hija, pero no puedo evitarlo.-Se disculpó dando un largo suspiro.
-Te entiendo papá, era tu hermano es lógico que te sientas así, pero mírame.-Dije obligándole a darle la vuelta.
-El tío Zack no querría verte así, ya sabes cómo era de fanfarrón y el buen humor que muy pocas personas tienen.-Dije intentando arrancarle una sonrisa, y lo conseguí.
-Tienes razón, no querría que nos despidiésemos de él con tristeza.-Contestó con una sonrisa mientras se limpiaba aquellas lágrimas de sus ojos.
-Recuerdo tantos buenos momentos con tu tío Liz.-Añadió volviendo a sonreír.
-Eso es lo que hay que recordar papá, los buenos momentos vividos y no como nos dejó, porque el siempre vivirá con nosotros.-Dije pasando mi mano por su rostro.
-Gracias hija, de veras me siento mucho mejor.-Agradeció volviendo a regalarme una hermosa sonrisa.-No se que haría sin ti.-Añadió acariciando mis cabellos.
-Pues…-Comencé a decir.-Muchas cosas papá.-Bromeé.-Pero llorar nunca, a mí tampoco me gustaría verte tan triste si fueras a despedirme.-Dije haciendo un mohín.
-No digas eso Elizabeth, jamás podría despedirme de ti.-Se apresuró a decir dándome un abrazo.
-Claro que no papá, de todas maneras tampoco iba a ser una despedida final, si no más bien un “hasta pronto”, ¿qué te parece?.-Pregunté regalándole una sonrisa.
-Mucho mejor Liz.-Sonrió.
-¡Papá,papá!.-Gritó Amelia desde arriba.
-¿Va todo bien?.-Preguntó mi padre mirando hacia la parte de arriba donde Amelia estaba asomada tras la barandilla de madera.
-Si, pero quería decirte si puedo llevarle al tío Zack un osito de peluche que le gustaba mucho, siempre que lo veía me lo quería quitar, así que me gustaría poder regalárselo antes de que se marche al cielo.-Dijo con expresión triste.
Mi padre cruzó su mirada con la mía y acto seguido mostró una sonrisa distinta a mi hermana.
-Claro que puedes Amelia, al tío Zack le encantará tu regalo.-Dijo.
Amelia le devolvió aquella sonrisa y desapareció de nuestra vista.
-Date prisa Amy, nos tenemos que marchar ya.-Anunció mi madre que bajaba por las escaleras.
Su vestido oscuro le llegaba hasta los pies como una cascada negra, el cuello estaba cubierto por una fina tela bordada de color blanco y su cabello estaba recogido por un moño.
-Odio estos vestidos.-Se quejó.
Se dirigió a mi padre para colocar el cuello de su camisa y acto seguido dejó que sus manos descansaran en sus hombros.
-Te quiero.-Dijo mi padre besando cariñosamente su mejilla.
Mi madre extendió sus brazos y mi padre se acurrucó en ellos buscando su cariño, hacían una pareja tan hermosa, por un momento vi en ellos el amor que Brandom y yo teníamos.
Un amor que aunque hoy se hubiera terminado, siempre permanecería vivo en mi corazón, les di la espalda para dirigirme hacia la ventana, el cielo estaba encapotado.
Parecía como si nuevamente quisiera comenzar a llover, las nubes se movían aceleradamente como si quisieran buscar un sitio específico para estallar su rabia y ese lugar parecía estar encima de nuestra casa, pues varias gotas comenzaron a impactar contra los cristales de las ventanas.
Amelia bajó las escaleras con un osito de peluche de color blanco, lo escondía bajo su brazo y fue corriendo para mostrárselo a mi padre.
-Es muy bonito Amy, no me extraña que el tío Zack se pusiera pesado contigo por obtenerlo.-Dijo ensanchando su sonrisa.
-Será mejor que nos marchemos, Liz ¿puedes coger los paraguas?.-Preguntó mamá abriendo la puerta principal.
-Claro mamá.-Contesté.
Casi al momento aparecí junto a ellos en el porche, le di a mi padre un paraguas que compartió con mi madre, y yo me quedé otro para refugiarme de la lluvia junto con Amelia.
-¿Jeremy, avisaste a todos para que asistan a la ceremonia?.-Preguntó mi madre una vez nos hayamos dentro de la camioneta.
Mi padre arrancó y asintió con la cabeza sin decir ni una palabra, las gotas de lluvia impactaron con violencia sobre los cristales de la camioneta lo cual era casi nula la visibilidad.
Seguimos avanzando por el camino de tierra cuando la lluvia cesó, el sol se asomaba a lo lejos débilmente, pues las grisáceas nubes lo ocultaban y no lo dejaron salir completamente.
Al terminar el camino de tierra que llevaba directamente a la ciudad, nos desviamos por otro camino que era desconocido para mí, aquél camino debía de conducir al cementerio donde los demás estarían esperando nuestra llegada.
A través de los robustos árboles se podía apreciar unas verjas altas de color oscuro,al fondo lápidas y panteones de piedra con cuervos sobrevolando los pinos o posados en las enormes cruces.
Pude divisar a bastantes personas, todas tenían algo en común iban vestidos del color de la muerte, un negro vacío.
Dentro del cementerio se encontraba un amplio jardín, no le daba un aspecto muy alegre pero tampoco tan sombrío, rocas amplias adornaban parte del recinto y actuaba como escudo contra el frío, se podía apreciar una brisa fresca que traía consigo el olor de todas las flores.
Al bajar de la camioneta, me fijé en un cuervo que torcía su cuello para mirarme con sus ojos negros, su pico se abría para después dar un grito en el aire y emprender el vuelo.
Los pinos cubrían todo el cementerio me resultaba difícil observar el cielo, caminamos en silencio y eché una rápida mirada a mi padre, éste pareció darse cuenta y dibujó una débil sonrisa en sus labios a la cual le respondí igualmente.
Cruzamos un viejo puente de piedra en el que un riachuelo pasaba por debajo de éste, el agua era cristalina y se podía apreciar en el fondo trozos de musgo adheridos a las rocas, delante, se encontraba una amplia fuente de piedra con dos ángeles tallados, del interior de sus bocas salía un abundante caño de agua fría llenando por completo las pilas.
A la derecha se encontraban un amplio grupo de personas, todos tenían la mirada en el suelo y llantos se podían escuchar a lo lejos, aquello me creó una sensación de ahogo en el pecho.
De repente una cara familiar se quedó mirándome, su ceño estaba fruncido y enseguida pude darme cuenta de quien se trataba.
Caminó hacia a mí esquivando las lápidas y panteones agarrando sus vestidos oscuros y avancé también hacia ella con pasos acelerados.
-Enseguida os alcanzo mamá.-Les dije.
Mi madre asintió con la cabeza y Amelia se giró para echar un último vistazo.
-Yuls.-Dije cuando estuve lo bastante cerca.-¿Qué haces aquí?.-Pregunté a la vez que nos dimos un abrazo.
-Es horrible, encontraron a Mike Collins, llevaba varias semanas desaparecido.-Dijo con cara de horror.-Se lo encontraron en el bosque cerca del claro, dicen que el cuerpo estaba mutilado.-Negó con la cabeza como si intentase sacudir ese pensamiento.
-Dios es horrible, yo recuerdo haber visto cerca del claro una tela blanca bañada en sangre.-Dije intentando recordar.-Me dirigí a casa de una amiga, escuche algo detrás de unos arbustos y…dios mío, es horrible.-Volví a repetir.-¿Le conocías?.-Pregunté con el ceño fruncido.
-Si, de echo me pretendió hace pocos meses, era…-dijo haciendo una pausa.-Era tan joven Liz, no entiendo ¿quien querría hacerle daño?.-Preguntó frustrada.
Del interior de mi pecho salió un suspiro largo y pesado, sabía perfectamente quien había podido hacerle daño, Los Akerman sin duda, pero la pregunta que me hacía era la siguiente; ¿sería Brandom el que le arrebató la vida?.
No quería pensar en ello y volví a dar a mi amiga un abrazo de consuelo, se limpió las lágrimas e inhaló aire.
-Sea lo que sea, darán con el responsable de todo esto, el departamento de policía de Londres ya está barriendo toda la ciudad y deteniendo a sospechosos, espero que los fusilen sin piedad.-Dijo con rabia y dolor en su voz.
-¿Has venido también a su funeral?.-Preguntó cogiendo un pañuelo para sonarse la nariz.
Negué con la cabeza mientras que las palabras de mi amiga rebotaron una y otra vez en el interior de mi cabeza.
-Vengo a enterrar a mi tío Zack.-Dije con la mirada perdida.
Yuls alzó la cabeza lentamente y sus ojos parecían desorbitados.
-¿Qué?, ¿tu tío Zack el joyero?.-Preguntó confundida.
Asentí con la cabeza y Yuls volvió a estrecharme entre sus brazos.-Lo lamento, lo siento mucho Liz no lo sabía, ¿estás bien?.-Preguntó angustiada.
-Sí, pero me preocupa mi padre, ya sabes lo unidos que estaban.-Dije con un hilo de voz.
-Entiendo, perder a un hermano debe de ser muy doloroso para él, ¿de qué murió?.-Preguntó una vez más.
Aquella pregunta suponía una respuesta que iba a indignar a Yuls como a cualquiera, así que preferí no contestar con la verdad, la razón era muy simple, no quería recordar nada que tuviera que ver con Los Akerman.
-Prefiero no hablar de ello Yuls, tengo que reunirme con mi familia, nos vemos otro día.-Contesté lo más rápido que pude.
-Está bien, por cierto Liz sé que no es el mejor momento pero, feliz cumpleaños.-Dijo torciendo su sonrisa.
Cerré los ojos y una sonrisa fugaz dibujaron mis labios.
-Gracias.-Le agradecí dándole un último abrazo.
Llegando al panteón donde mi tío iba a ser enterrado con mis abuelos paternos, una hilera de personas se iban acercando a mis padres y a mi hermana pequeña dando sus más sinceras condolencias.
El padre Renfield se dispuso a dar la ceremonia de despedida mientras que los demás lo escuchábamos en silencio.
El padre, era muy conocido en Londres, su capilla era la más visitada de toda la ciudad ya fueran creyentes o no, destacaba por su sabiduría y consejos útiles que les daba a los ciudadanos y la mayoria de las veces recurrían a él para pedirle ayuda económica a aquellos que no tenían nada para comer.
Nunca me había presentado a pedir sus consejos tan sabios que la gente comentaba por la ciudad,no había ido por que realmente no lo necesitaba, pero ahora que por fin lo conocía me lo estuve planteando, aunque pensándolo mejor el secreto de que Los Akerman eran vampiros debería de ser mantenido en secreto.
Cuando el padre Renfield bendijo el panteón de mármol donde se encontraba el tío Zack, apreté con fuerza la mano de mi padre, era hora de despedirse y debería de hacerlo con una sonrisa, tal y cómo él hubiese querido.
-Hasta pronto hermano.-Susurró mi padre a la vez que tomaba un puñado de tierra mojada y lo esparció por el panteón.
Al volverse para mirarme, una sonrisa dibujaron sus labios, sus ojos castaños brillaron por un momento y mi madre lo abrazó con ternura.
Me acerqué con Amelia y ésta arrojó su osito blanco de peluche en el interior, corrió hacia al lado de mis padres y lo abrazó por la cintura.
-El tío Zack debe de estar muy contento de que se lo hayas regalado Amelia.-Sonrió con ganas mientras le acarició el cabello.
Tomé una rosa del jardín cercano y me acerqué de nuevo al panteón para arrojarla.
-“Lo siento tío Zack, lo siento.”-Repetí en mi mente una y otra vez.
Me acerqué junto a mi família e íbamos recibiendo cariño por parte de familiares, amigos y ciudadanos de Londres, aquello era interminable, sólo deseaba volver a casa cuanto antes y terminar con esta pesadilla para comenzar una nueva vida.
Como siempre, esta genial =)
ResponderEliminarEspero que se recuperen pronto...
Un beso.
woooow...Eres tan buena describiebdo los ambientes y lugares donde se va desarrollando la historia que me haces vivir el momento mientras leo, Vane eres realmente buena y cada capitulo que pasa vas depurando tu tecnica y estilo cada vez te superas mas y mas, me encanta leerte, siempre lo hare.
ResponderEliminarUn beso
Los entierros son bastante abrumadores, todo el mundo quiere ir a darle lamano a los familiares y en vez de eso deberían mantenerse algo alejados y dejarles su espacio. Es agobiante cuando todo esta sobre tus hombros y a gente solo quiere ir a darte el pésame.
ResponderEliminarMe encanta como ambientas todo, otro capítulo genial ^^
que triste y emotivo eso es lo que me ha parecido a mi. en los funerales siempre hay mucha gente, de los cuales , la mitad ni te conocen y te dan el pesame igualmente y sino te los dan todos los que pasan por el tanatorio y en el cementerio tambien te dan el pesame.
ResponderEliminarsaludis vampi
triste, lo unico que puedo decir, pero aun asi me gusto, sobre todo la parte en la que le regala ese colgante, que menuda casualidad lo habia echo su tio jaja bueno besos y a por el siguietne voy!! Naty
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