Clan "Inmortales"


sábado, 27 de marzo de 2010

Capítulo 4-La mansión de los Akerman

A la mañana siguiente, la voz de mi hermana me despertó, no había pasado muy buena noche y oculte mi cabeza debajo de la almohada.
-Tenemos que ir a la escuela Liz, despierta ya.
Me incorporé y tire la almohada en la parte de mis pies.
Sonreí a mi hermana y estire la mano para que me ayudara a levantarme.
Cuando me arreglé, Amelia se ofreció para peinar mis cabellos, lo hacía tan bien como mi madre, era increíble la habilidad que tenia para hacer recogidos y peinados diferentes.
Tomó de un cajón unas horquillas color rojo y las engancho en la parte de la coronilla, dejando
mi melena hacia atrás y dos mechones ondulados por delante de mis orejas.
Después del desayuno, nos despedimos de mamá y nos pusimos en camino para ir a la escuela.
Mi hermana salió disparada adelantándome, hoy no podía seguir su paso como lo haría cualquier otro día, no me dolía demasiado la rodilla, pero no podía correr el riesgo de hacer un esfuerzo excesivo.
Volqué los ojos y suspire -Espera Amy, ve más despacio. -Dije.
Amelia, que ya estaba a una distancia grande, se dio la vuelta y agitó su mano
-¡Lo siento Liz, pero tengo que encontrarme con Andrea, te veré allí!.
Dio media vuelta y voló como el viento, negué con la cabeza mientras miré mi cojera.
Los libros de mi costado se resbalaban, tuve que detenerme unas cuantas veces para apretarlo con mi brazo, atravesé la plaza por debajo de la torre del reloj y uno de los libros sonó como un disparo al chocar contra el suelo de piedra.
Me incliné hacia un lado para poder cogerlo mientras controlaba el peso de los otros cuatro que llevaba hacia el otro lado.
Justo cuando mis dedos rozaron la tapa del libro, perdí el equilibrio y los cuatro libros
que sostenía cayeron hacia atrás estampándose contra el suelo.
¿Es que todo me tenía que salir mal?, parecía que esa mañana también iba a faltar
a las clases por culpa de mi torpeza.
Me agache para recogerlos, y sentí que unos pasos iban acercándose en mi dirección, se detuvieron un par de zapatos oscuros delante de uno de mis libros.
Los recogí con rapidez sin mirar quien estaba allí, pues temía que fuera uno de los muchachos de la escuela y no quería ser el centro de las barbaridades que decían a las chicas,eran tan groseros…
Di la espalda a quien estuviera allí y me apresure ignorando el pinchazo que había sentido en mi rodilla.
-¿No vas a usar este libro? -Dijo una voz familiar.
Me detuve en seco y mi respiración también en ese mismo momento, solo pude oír los latidos violentos de mi corazón, tuve que agarrarme el pecho por miedo a que explotara por los aires.
Cogí una bocanada de aire, e intente poner un rostro sereno antes de poder encontrarme cara
a cara con él…..
Poco a poco fui girando sobre mí misma, y clavé los ojos en sus zapatos, tenía miedo a mirar esos ojos profundos, si lo hiciera estaría perdida, perdida en la miel de sus ojos.
-Liz, ¿vas a coger el libro o no?.
¿Cómo era posible que supiera mi nombre?, nunca se lo dije, fruncí el ceño con cara extrañada y alcé la vista encontrándome con unos ojos azules familiares.
Fui caminando hacia él enfadada, no era la persona quién yo creía, y me hizo sentir estúpida aunque no tuviera la culpa.
-Por dios Sam eres…..¡idiota!.
Le di un tirón a su mano cuando cogí el libro, Sam se quedo con la boca y los ojos abiertos cuando vio mi reacción.
Era un compañero de la escuela, y un buen amigo, siempre estaba ahí cuando me hacía falta, pero en ese momento no era a él a quien esperaba encontrar.
Carcajeó con ganas cuando di media vuelta y corrió para seguir mi paso.
-Sólo quería devolverte tu libro, no creo que hicieras mucho en clase sin él.-Dijo mientras pasaba su mano por sus cabellos color castaño.
Yo seguí con el ceño fruncido acelerando mi paso, y Sam se percató de mi cojera, el camino hacia la escuela lo hicimos hablando sobre mi aparatoso accidente del día anterior, lo cual consiguió que me olvidara de mi mal humor.
Al llegar a la entrada de la escuela, atravesamos en arco de piedra que había justo encima de nuestras cabezas, podía divisar a mi hermana con su compañera, agitó su mano para saludar
y segundos después entro al enorme edificio.
Sam pasó una mano alrededor de mi brazo ayudándome a subir los peldaños de la escalera,
en ese momento un amigo suyo nos vio y susurro algo de “enamorados” , le fulminé con la mirada y sacudí mis hombros para liberarme de Sam.
Éste carcajeó y dijo que no le diera importancia a lo que dijeran los demás, éramos amigos, eso es todo.
Al entrar en el aula, multitud de voces de compañeros me dieron los buenos días, con lo que yo respondí a todos con una sonrisa.
-Liz, ¿porqué no viniste ayer a clase?-Preguntó una voz.
Al girarme pude comprobar que se trataba de Ingrid.
Su pelo rubio ceniza le caía graciosamente por sus hombros, mientras que sus ojos color verde se entrecerraban con los rayos de luz que se colaban por los ventanales.
Sam se adelantó para decir lo que me había ocurrido, di un suspiro frustrado y me acomodé en el asiento de mi pupitre de madera gastado.
Mientras le contaba a Sam de camino a la escuela el incidente que tuve la mañana anterior, me guardé para mis adentros la parte emocionante, solo pude decirle que alguien me saco del medio de esa carretera de piedra.
Al minuto tenía alrededor a mis compañeros preguntándome si estaba bien, con lo que contesté que si no lo estuviera, no había asistido hoy tampoco.
Una campanita sonó de repente, era la Señora Marsh intentando poner orden.
Todos corrieron a sus respectivos pupitres quedándose en pié, incluida yo, para saludar con un “Buenos días señora Marsh”.
-Siéntense.-Dijo dejando la campanita encima de su amplia mesa junto con una pila de libros.
-Señorita Jenzen,¿cómo se encuentra hoy?.-Dijo mientras se quitaba un pañuelo color almendra de alrededor de su cuello.
-Mucho mejor señora Marsh, gracias.-Contesté aclarando momentos después mi garganta.
-Bien puede sentarse, por favor abran el libro por la pagina treinta y dos.
La señora Marsh tomó asiento casi a la misma vez que yo, y pronto se escucharon el sonido de las hojas al pasar paginas.
La mañana en clase me pareció pasar volando, casi no me había enterado cuando la señora Marsh toco de nuevo su campanita para que saliésemos a los jardines a descansar un poco de las clases. Ingrid, Yuls y Morgan me acompañaron hasta uno de los bancos de piedra y nos pusimos a charlar mientras que los chicos estaban apartados en otro grupo.
-¿Creéis que le gusto a Joshep?.-Preguntó Yuls apoyando la mano en su rostro.
Ingrid, Morgan y yo alzamos la vista para mirar al grupo donde se encontraba Joshep, estaba de lado y de vez en cuando giraba el rostro para mirar en nuestra dirección, al encontrarse con tres pares de ojos mirándole aparto la vista y se puso hablar con Sam que también estaba dentro de ese grupo.
Morgan frunció el ceño y bajo la vista hasta el rostro preocupado de Yuls.
-Creo que le gustas, no para de mirar hacía aquí.
Yuls, giro un poco su cabeza para mirar hacia atrás y cuando se encontró con los ojos de Joshep se dio la vuelta de inmediato, ocultando su rostro con las manos para cubrir sus sonrojadas mejillas.
-Estoy muy confusa, si le gusto…¿por qué no me dice nada? , es un poco desesperante estar cruzándonos las miradas a cada momento.
-Tal vez esté tan asustado cómo tu Yuls.-Dije poniendo la mano sobre su rodilla.
Es posible que tenga miedo a la contestación que tu le des. -Añadió Ingrid.
-¿Estáis de broma?, ya sabéis cual sería mi contestación, un “sí” rotundo.-Dijo.
-Ya, pero eso él no lo sabe Yuls, ¿por qué no te acercas hablar con él de cualquier cosa?, lo que tenga que venir vendrá solo, de esta manera conseguiréis soltaros aún más.-Dije sonriendo.
Yuls parpadeó más confusa aún.
-P…¿pero qué voy a decirle?.-Tartamudeó nerviosamente.
Morgan se echo a reír, tan sonoras fueron sus carcajadas que atrajo las miradas del grupo de chicos que teníamos a unos cuantos metros.
Chisté para hacer callar a Morgan, ella dejó de reír, pero aún tenía esa risita entre dientes.
-No tienes por qué ir ahora Yuls, en el momento que veas oportuno y le veas solo, te acercas..es así de sencillo, por dios santo no le tengas miedo, es
sólo un chico….-Dijo Ingrid soltando un bufido.
Yuls asintió con la cabeza y respiro hondo.
-Lo haré…cuando vea ese momento oportuno.
Sonreí y agarré su mano con fuerza.
Me incorporé para ponerme en pie, tenia sed y quería acercarme a la fuente a beber un poco de agua fresca, me ardía la garganta, tal vez porque en clase tuve que recitar una pila de frases en voz alta.
Aparte mi cabello hacia un lado con una mano y deje que el torrente de agua mojara mis labios y me aclarara la garganta.
Un sonido de hojas me hizo levantar la vista haciendo que me irguiera, pasé la mano para secar el agua de mis labios mientras mis ojos se movían a velocidades de vértigo mirando hacia el otro lado de la verja.
Llevé la mano hasta la boca del estómago, y después la dejé apoyar en la fuente bajando para dar otro sorbo de el agua fresca.
Otro sonido parecido volvió a escucharse cuando aparte la vista de la verja, estaba en la misma posición para beber agua y lo único que se movieron fueron mis ojos hacia el mismo punto.
Unos ojos color miel se clavaron en los míos, sonreía dejando ver sus brillantes dientes y el viento revolvía su melena oscura.
Su piel blanquecina era aun más hermosa cuando la sombra de aquel árbol lo cubría, tuve unos segundos para reaccionar, era como si al verle el mundo se detuviera y yo con él, impidiendo moverme o articular alguna palabra.
Me erguí poniéndome derecha y llevando la mano a mis labios pero ya no estaba allí, fui hacia
la verja corriendo y agarré los barrotes con mis puños, intentando ver ambos lados, buscando a alguien que en realidad no estaba allí, mi mente había vuelto a jugarme una mala pasada, era tan real…
-¿A quién buscas?-Dijo una voz sobresaltándome.
Me giré y el rostro extrañado de Morgan se hizo preocupante.
-Liz ¿qué te pasa, porque estas agitada?.
No me di cuenta de mi respiración era como si hubiera corrido toda la mañana de un lado para otro.
Intenté tranquilizarla y poco a poco iba recuperando una respiración normal.
-Nada, creí…creí ver a mi padre, esta mañana olvidé algo en casa y…
Era mejor que no dijera una sola palabra más, el rostro de Morgan no parecía más tranquilo que antes.
Sonreí con ganas y ella me devolvió la suya.
-No importa, ¿volvemos a clase?.
La cogí por el brazo y eché un último vistazo hacia la verja antes de dirigirnos a clase.
En la ultima hora de estudio estuve completamente sumergida en mis pensamientos, en lo
que había visto en los jardines, ¿era real o solo mi imaginación? , no sabría decirlo exactamente, quizás estaba ansiosa por ir aquella mansión con la esperanza de poder verle de nuevo.
Intente no pensar mucho en ello pues seguramente volvería a decepcionarme, cuando creí poder verle en algún momento siempre era una decepción al darme cuenta de que no era así.
Pero desde la noche pasada cuando tuve esa horrible pesadilla, al asomarme por mi ventana creí poder ver a alguien, creí verle a él, llevaba con esa sensación desde anoche, la sensación de que alguien me observaba.
Un escalofrío recorrió mi espalda y me llego hasta la nuca cuando me acorde de los asesinatos ocurridos en la ciudad, ¿sería yo la siguiente?,negué con la cabeza y alce mi rostro para atender a la señora Marsh.
Bajaba las escaleras que llevaban hasta la puerta principal de la escuela acompañada de Morgan, vi en la misma entrada a Yuls y Joshep manteniendo una conversación.
No me percaté de ello hasta que Morgan me dio un codazo y señalo con la cabeza donde se encontraban.
Al pasar por su lado Yuls sonrió y me despedí sin detenerme, Morgan adelanto su paso para ir junto a Ingrid y ambas se despidieron de mí casi al mismo tiempo, yo tenía que quedarme esperando a mi hermana.
Amelia salió a los pocos minutos con su amiga Andrea, iban hablando sobre lo que les gustaría ser cuando se hicieran mayores.
-Yo estudiaré a fondo para ser peluquera, acuérdate de estas manos cuando vayas por mi salón de peluquería.-Dijo mi hermana muy orgullosa de lo que quería hacer, su amiga quedó fascinada de lo claro que lo tenía, ella aún no sabía que iba hacer en un futuro.
Amelia le iba dando algunas recomendaciones y la chica se puso anotarlas en una diminuta libreta color pastel.
Iban tan entretenidas que Amelia no se dio cuenta de que me dejaba atrás, no se percató de ello hasta que pronuncié su nombre.
Se detuvieron en seco dándose la vuelta , y Andrea se despidió de mi hermana.
El camino a casa lo hicimos sin descanso, cada vez notaba menos el pinchazo de mi rodilla, sanaba muy deprisa lo cual era un alivio.
Mi madre nos recibió en el porche como de costumbre para ver si nos veía llegar, su sonrisa se ensancho de alegría, era como si cada vez que nos veía aparecer fuera un alivio para ella, tal y como estaban las cosas en la ciudad no era para menos.
Papá nos esperaba dentro, sentado en la mesa, había llegado más temprano de lo habitual, debía de ser porque no tenía mucho trabajo en la tienda. Hoy era el gran día, solo faltaban unas horas para poder ir a la casa de mi salvador, no me entraba la comida pues tenia los nervios instalados en mi estómago, siempre me ocurría cuando estaba ansiosa.
Hice un esfuerzo por tragar la sopa caliente que mi madre había hecho, incluso me riñó unas cuantas veces cuando me vio soplar la cuchara sin llevármela a los labios.
De vez en cuando llevaba las manos a mi regazo frotando las palmas intentando librarme de la tensión por la que estaba pasando.
Lleve mi plato hasta la cocina y volví hacia la mesa para coger una manzana de un exquisito color rojo, era cierto que no tenía muchas ganas de comer, pero verla brillar era una tentación parecía estar pidiendo a gritos “cómeme”.
Después de terminar de comer, ayude a mi madre a recoger todo lo que había sobre la mesa, papá se dejo caer en el sofá cogiendo un viejo periódico entre sus manos y Amelia había salido al porche a jugar con una peonza, a través de la ventana de la cocina, pude ver con que gracia la hacía girar.
Termine de ayudar a mi madre, y decidí subir a mi habitación a relajarme un poco, las manecillas del reloj del descansillo de la escalera marcaban las tres de la tarde, gire el pomo y el aire de la ventana movió con gracia las finas cortinas.
Cerré la puerta detrás de mí y bostecé al mirar mi cama vacía, no pude evitar echarme en ella y abrazar la almohada con mis brazos, enterré el rostro en ella y cuando me quise dar cuenta ya estaba dormida.
La puerta de la habitación se abrió, y unos pasos con sigilo se acercaron hasta el cabecero de mi cama, entonces una mano me sacudió suavemente el hombro.
-¿Liz…prefieres quedarte en la cama durmiendo?.
Abrí los ojos lentamente por la luz que había en la habitación, y vi a mi padre que ahora se sentaba en el borde de la cama hundiéndola con su peso.
Carraspeé por un momento y me incorporé casi de un brinco.
-No papá ,voy contigo, ¿cuánto tiempo llevo dormida?.
-Unas dos horas.-Dijo sonriendo.
-¿Nos vamos ya?-pregunté.
-Sí, o si lo prefieres puedes…
-Ah no, yo quiero acompañarte, dame un momento.
Mi padre sonrió cuando me vio saltar de la cama y crucé la puerta de la habitación para dirigirme al aseo.
Miré al reflejo del espejo y estaba horrible, tenía los ojos hinchados y el pelo revuelto.
Me aclaré el rostro con agua y cogí un cepillo para pasarlo por mi cabello dorado dejándolo
más o menos presentable.
Volví a la habitación y mi padre seguía aun sentado en el borde de la cama.
-Estoy lista.-Dije sonriendo.
Papá se levantó con un suspiro largo y fue hasta el descansillo de la escalera donde yo le estaba esperando.
Cerró la puerta del dormitorio, y juntos bajamos las escaleras hasta llegar al salón dónde estaba mi madre sentada en una mecedora tejiendo.
Le di un beso cariñoso en la mejilla, y mi padre se inclinó poco después para dárselo en la frente. -¿Jeremy, podrías dar a los Akerman las gracias de mi parte?-Pregunto mi madre ajustando sus gafas al rostro.
-¿Porqué mamá?-Pregunté intrigada, mi madre sonrió cuando vio a mi padre torcer la cabeza poniendo sus ojos en blanco.
-¿Ahora también tienes pérdida de memoria Liz?-Pregunto mi padre llevando una mano a su cintura.
No caí en la cuenta de a que se referían hasta que un tornado de imágenes colapsó mi mente, se referían claro está, a mi “no” accidente.
Me eché a reír, mi padre levantó una ceja confuso y miró a mi madre negando la cabeza con media sonrisa.
-Claro que lo haré Clementine.
Amelia entró en ese momento y dejo descansar su peonza encima de una pequeña mesa de madera, cogió un taburete sentándose al lado de mi madre para observar como tejía.
Mi padre le frotó la cabeza con cariño y me hizo un gesto para que saliera por la puerta.
Nos dirigíamos al sur de winfork en la vieja camioneta de mi padre, nunca había visto este camino, era un camino de tierra polvorienta, en ambos lados de la carretera habían unos frondosos árboles que daban sombra al camino, sólo cuando se movían las hojas podían verse destellos de luz.
Subimos villa arriba, los animales del bosque se apartaban de la carretera corriendo a sus refugios, tuve que avisar a mi padre a tiempo antes de que atropellara a una despistada ardilla que estaba entretenida con algo en sus patitas.
El camino de tierra cambió a uno de piedra gruesa, me castañeaban los dientes cada vez que quería decir algo, puede que la carretera no tuviera toda la culpa, mi cuerpo temblaba de miedo, tenia tantos nervios que creí por un momento que me iban a entrar náuseas.
Una fachada enorme se dejo ver a lo lejos, según nos íbamos acercando mi corazón latía con más fuerza, la fachada tomó forma a una grandiosa mansión, cogimos el camino de la derecha para ponernos frente a ella, mi padre se detuvo frente a una enorme verja y tocó el claxon de la camioneta.
Me sentí pequeña al estar frente a esa impresionante mansión, delante de esa verja acorazada con arbustos había un camino de piedra de color beige, ese camino se detenía en una inmensa fuente con un árbol gigantesco que pude distinguir como un sauce llorón y sus ramas caídas hacia abajo se refrescaban con el agua.
Giré la vista hacia la derecha inclinándome un poco hacia delante para poder ver mejor, pero entonces un señor alto y delgado con bigote recortado se dirigió hacia nosotros a toda prisa, debió de ser un mayordomo de la familia, tenia un traje oscuro con una pajarita blanca y camisa a juego.
-Buenos días, enseguida les abro la verja.-Dijo ese señor inclinando la cabeza.
Sacó un manojo de llaves de sus bolsillos e introdujo una llave alargada en la cerradura.
La verja chirrió, me dieron escalofríos en los dientes y pase mi lengua reseca por ellos para aliviarlos de tan horrible sonido.
-Bien,vamos haya.-Dijo mi padre atravesando la verja dejando atrás aquel señor.
Al mirar a mi alrededor quedé maravillada con la vegetación que disponían los Akerman, tenían en sus amplios jardines flores de todas las clases, desde rosas hasta jazmines, habían setos cortados con formas, pude distinguir uno cortado en forma de arco y debajo de él un banco de piedra color mármol, como su piel..
La mansión parecía ceder en nuestra dirección, era señal de que estábamos cerca, mi padre detuvo la vieja camioneta frente a la fuente donde se acababa el camino de piedra.
Me bajé del asiento maravillada, no me di cuenta de que tenia los labios despegados cuando incliné mi cabeza hacia arriba y pude ver cuánto esplendor desprendía aquella casa.
Cerré la puerta de la camioneta, debió de ser fuerte el golpe por que mi padre carraspeó esperando a que yo reaccionase.
-Oh… lo siento papá, no calculé bien..-dije con una risita nerviosa.
Mi padre suspiró y paso una mano por su pelo intentando peinárselo mientras avanzábamos hasta la puerta de madera que nos esperaba al fondo, imité su gesto y pase mis cabellos hacia un lado sin que se diera cuenta.
No podía creer que estuviera allí, tenia que verlo de alguna manera, y esta era la ocasión perfecta.
Recordé las palabras que le dije a mi amiga Yuls esta mañana en la escuela, solo necesitaba encontrar la ocasión oportuna para hablar con él…pero era muy diferente, en su caso Yuls y Joshep se gustaban, ¿y si yo a él no le gusto? , lleve la mano a mi pecho para calmar las palpitaciones aceleradas de mi corazón, no podía correr el riesgo de contarle lo que sentía, porque existía la posibilidad de que él no pudiera sentir lo mismo…
Respiré llenando de aire mis pulmones, y subimos las escaleras que llevaban a la grandiosa puerta de madera con dibujos de hojas de forja.
A mi derecha había una cadenita dorada, tiré de ella y se escucho una melodía de campanas en el interior de la mansión.

5 comentarios:

  1. Sé el primero en publicar un comentario, gracias!

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  2. Xd, me gustan sus amigas y la aptitud de Karisma, que no lo he dicho en el anterior capítulo

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  3. Hola d nuevo!, aquí estoy una vez más deleitandome con tu historia... Ya tengo ganas d ver k ocurre cuando se reencuentren!, voy a averigüarlo!, sigo leyendo!!!

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  4. me encanta como se esta desarrollando la historia¡¡la trama esta muy bien entretejida y los personajes muy definidos desde el principio¡¡ la historia engancha mucho desde el principio ^^ espero que consigas publicarla Vane¡ y sigue escribiendo que yo seguire leyendoo ¡¡¡¡ =)

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  5. Hola, soy Naty otra vez, este capitulo me ha gustado mucho sobre todo la parte en la que describes el jardin, aunque tambien en la que "ve" a su salvador.Voy a por el proximo.Un beso.ATT:NATY

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